miércoles, abril 24, 2024
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Encuentro mundial de oración en Asís

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Por dos veces durante su pontificado, Juan Pablo II convocó en Asís a los representantes de todas las religiones del mundo, para un Encuentro conjunto de oración. La respuesta fue prácticamente unánime, y en torno al Papa oraron juntos en la ciudad y basílica de San Francisco los principales líderes religiosos de la tierra. Ahora se ha repetido el hecho, y Benedicto XVI ha reiterado aquella convocatoria y ha obtenido la misma respuesta positiva de  parte de todas las confesiones.

Antes de comentar este último acontecimiento, y en relación con el tema común a las tres reuniones, voy a comenzar por hacerme tres preguntas: ¿por qué un Encuentro de oración? ¿por qué en Asís? ¿por qué el Papa?

¿Por qué de oración? Juan Pablo II dijo más de una vez que todas las religiones tienen un punto común de verdad, la fe en la existencia de Dios. Derivados de su fe, cada religión posee sus propios dogmas, y durante siglos las confesiones se han combatido unas a otras precisamente en nombre de sus credos dogmáticos. Hace poco que Benedicto XVI ha dicho que nos avergonzamos de esa guerra. Hoy no son ya las religiones las que guerrean entre ellas, pues han comprendido que el problema no radica en religión versus religión, sino en religiosidad versus materialismo. Una corriente en constante crecimiento predica que el hombre es pura materia, pura química, sin origen ni destino transcendente; sostiene la no procedencia de Dios y el no regreso a Dios, la no existencia del alma, del espíritu; nada más que un tiempo de vida orgánica como el de cualquier otro animal. Esto es más de lo que parece, no es simplemente que cada persona es libre de creer o no creer; supone la negación de todos los valores, lo que deja en manos del poder político el determinar los criterios de lo justo y de lo injusto, y ésta es la puerta de todos los relativismos y de todas las tiranías. Es lo que -probablemente sin darse cuenta del significado de sus palabras- aseguró Zapatero cuando dijo que “la libertad os hará verdaderos”. O sea, que cada uno de nosotros elige libremente su verdad, y el mundo se llena de tantas verdades, contradictorias entre sí, que hacen imposible que realmente exista otra verdad que la de quien tiene poder suficiente para imponer la suya a los demás.

Esta realidad ha unido a todas las confesiones religiosas  para predicar conjuntamente su mensaje común, la transcendencia de la vida humana y la existencia de un código de valores éticos de origen sobrenatural, a comenzar por la afirmación de que la vida es un don de Dios del que los hombres no podemos disponer a nuestro antojo. Las religiones, todas, poseen un Mensaje que se esfuerzan por transmitir al mundo; un mensaje de paz, de moral, de servicio, que da razón de nuestra existencia no como un resultado del azar biológico sino como un proyecto divino de salvación, ya que Dios es el Bien, y el bien es difusivo por su propia naturaleza.

Y la base de esta predicación común es la oración, el encuentro de los hermanos bajo la mirada del Padre. El ruego a Dios por todos los hombres. La fortaleza de los espíritus,  que se apoya en el diálogo con la Divinidad. Conscientes de que en esta unión con Dios y entre sí radica la fuerza del mensaje, a esto acudieron todas las Confesiones al Encuentro de Asís.

¿Por que Asís? Porque Francisco habló un lenguaje que todos los credos comprenden,  tuvo una vida que a todos les despierta lo mejor de sí mismos. Fue humilde, fue pobre, amó a la naturaleza como salida de las manos del Creador, se dio sin reservas al servicio de todos, habló con sencillez, predicó con tanta claridad como convicción, vivió lo que predicaba. No es un santo de la Iglesia católica; es el santo de todas las iglesias, de todas las confesiones, de toda la humanidad. Y bajo su bandera se alinean todos como un grupo de paz.

¿Por qué el Papa? Daría igual; otra persona, otro dirigente religioso, pudo convocar en Jerusalén -por poner un ejemplo de lugar universalmente considerado cuna de religiones-  y todos hubiesen del mismo modo acudido. La iniciativa fue de Juan Pablo II, porque al Papa se le reconoce universalmente una especie de primado de honor, o mejor una representación del hecho religioso por encima de todas las diferencias; cuando se habla de religión es el primer referente al que se dirigen todas las miradas; la católica es la más numerosa religión del mundo, y constituye una unidad más homogénea que la de ningún otro credo. Y si a eso se añade la universal popularidad que el mayor catequista de la historia, Karol Wojtila, llegó a alcanzar,  el hecho de que él convocase y todos acudiesen deja de tener otra interpretación que no sea la de la unidad de todos los creyentes en torno a una voz que suena como la del Papa, y que en realidad es la de todos unidos en un anhelo común.

Y ahora, Benedicto XVI, al reunirse con un altísimo número de religiones en el Asís del año 2011, ha convocado al Encuentro también a los no creyentes. Y han acudido, y han hablado junto a todos, con palabras escuchadas por todos con respeto y en unión de voluntades. Los líderes religiosos piensan que la libertad de creer o no creer no es la libertad de negar todos los principios de la moral humana. Los no creyentes que han acudido a Asís representaban a quienes, desde la increencia, se solidarizan con esta doctrina; una doctrina entendida por ellos como un anhelo de verdad, como una búsqueda -en la honestidad de sus vidas- de una entrega de servicio al bien de todos los hombres. Y eso también es oración.    

 

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Alberto de la Hera

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