miércoles, abril 24, 2024
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El pasado árabe se encuentra con el futuro árabe

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La versión diplomática de la carambola a tres bandas del billar es espinosa, pero supongamos que se puede lograr lo siguiente: mejorar la posición del frágil gobierno de transición de Egipto, apoyar el deseo de reconocimiento árabe de Israel, reanimar el proceso de paz palestino y asestar un duro golpe a Irán.

Es un tiro peliagudo, y llevará algún tiempo alinear las bolas, pero me parece que estos objetivos se pueden impulsar de forma gradual si Egipto puede convencer al grupo palestino Hamás de que soplan nuevos aires en el mundo árabe, y de mudar su pelaje terrorista. Si la Hermandad Musulmana es ahora un jugador del mundo árabe democrático, también podría serlo con el tiempo su vástago ideológico, Hamás.

La fórmula para que Hamás abandone su posición de paria ha sido trazada con claridad por los Estados Unidos. Hamás tiene que renunciar explícitamente a la violencia, aceptar la existencia de Israel, y acceder a respetar los anteriores compromisos contraídos por la Autoridad Palestina. A eso yo añadiría un corolario evidente: teniendo en cuenta que Egipto arbitraría una transición así, Hamás tiene por fuerza que aceptar la realidad del tratado de paz egipcio con Israel.

Permita que sea claro, este avance no es posible ahora. Israel ya está inquieto por los cambios en la región y no quiere otro problema potencial. Egipto y Estados Unidos comprenden que no es momento de jugársela, sobre todo cuando Hamás no parece todavía dispuesto a renunciar a su retórica de rechazo a la existencia de Israel, de forma que no están impulsando la cuestión.

Pero existen ciertas señales intrigantes de que el juego está cambiando. En primer lugar, Hamás se ha vuelto más débil y más vulnerable. El grupo perdió su vieja base en Siria en el momento en que respaldó al movimiento de oposición que desafiaba al Presidente Bashar al-Assad. Aunque Hamás controla Gaza, precisa de una base exterior. Egipto sería la primera elección pero la cúpula militar aquí se niega, por ahora, de forma que es probable que el grupo desplace su base a Turquía o Qatar.

Un segundo indicador de movimientos es un juego de mediaciones que ya ha empezado a jugar el consejo militar oficialista de Egipto. Los egipcios negociaron el intercambio en el que Hamás entregaba el mes pasado al soldado israelí Gilad Shalit a cambio de unos 1.000 presos palestinos. Los egipcios llevaban cinco años tratando de ingeniar un intercambio así; finalmente tuvieron éxito gracias a que el nuevo responsable de los servicios de Inteligencia egipcios, el General de División Murad Muwafi, tuvo las manos más libres para negociar. Se rumorea que Muwafi habría manifestado al Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu que no quería intentar un acuerdo a menos que pudiera tener éxito.

La pasada semana, en otra señal a Jerusalén, los egipcios pusieron en libertad al ciudadano norteamericano-israelí cautivo Ilán Grapel.

Un tercer avance es el estado avanzado de las conversaciones egipcio-israelíes en torno al control de la Península del Sinaí. Se trata de un problema genuinamente peligroso para ambos, porque el Sinaí cada vez más anárquico y caótico corre el peligro de convertirse en territorio de nadie como las zonas tribales que Pakistán, donde los militantes se podrían organizar. Egipto está incrementando sus operaciones con las tribus beduinas que pueblan el Sinaí, reforzando las redes del espionaje allí. Esta iniciativa egipcia se produce tarde.

Por último, Egipto continúa su diálogo con Hamás, en parte porque las autoridades aquí creen que la vieja política de ignorar al colectivo, y apoyarse en su lugar en el moderado Mahmud Abbás, presidente de la Autoridad Palestina, podría acabar saliendo por la culata. Abbás está ya tan débil políticamente que está advirtiendo los árabes de que podría renunciar por las buenas y dejar Cisjordania a los israelíes, lo que sería la receta de un nuevo levantamiento allí y de una oleada de violencia que podría engullir con rapidez a Jordania. Esa es la razón de que los egipcios sigan trabajando para inducir a Hamás a moderar sus posturas.

Un beneficio de estas maniobras diplomáticas es que podrían reforzar la posición de Egipto en el mundo árabe en un momento crucial de transición. El futuro de la región depende del éxito de la revolución democrática de Egipto, cosa que viene flaqueando los últimos meses a causa de la frustración de la opinión pública con la administración militar. Otra ventaja es que el diálogo egipcio con Hamás mina la posición del veterano patrón del grupo, Irán.

La ola de cambios del mundo árabe está destinada a colisionar dentro de poco con el tema palestino. Pero si Hamás y sus aliados islamistas quieren formar parte de este nuevo futuro, Occidente y Egipto tendrán que mantenerse en su insistencia de que abandone los lemas de rechazo a la existencia de Israel y que renuncie a la violencia.

Es un punto de inflexión en el que el pasado árabe corta con el futuro árabe. Inevitablemente, un mundo árabe más democrático va a ser una presión sobre el tema palestino. Cualquier gesto aperturista hacia Hamás, hasta cumpliendo las condiciones estadounidenses, conlleva considerable riesgo para Israel, pero también reviste una gran oportunidad.

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David Ignatius

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