jueves, marzo 28, 2024
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Elecciones de perdedores

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La realidad es terca. El pasado y el rastro de los actos no se borra fácilmente. La suerte de las elecciones del 20-N parece echada y los candidatos son impotentes para cambiarla, igual que sus campañas, diseñadas para convencer a ciudadanos desmemoriados y acríticos. Los dos aspirantes de los grandes partidos han abandonado la política por las promesas y el olvido. Promesas incumplidas antes, olvido de su responsabilidad en el gobierno y la oposición los últimos cuatro años.

Son candidatos del pasado. Uno vencido hasta que la crisis encumbra su inacción. El otro, responsable y mudo en la crítica hasta su paso de vicepresidente a candidato.

Uno ganará las elecciones y será presidente del gobierno. Sea quien sea, perdemos todos por falta de liderazgo, responsabilidad e ideas. Los candidatos del bipartidismo no están a la altura de los desafíos y demandas de una nueva política.

La crisis de confianza se agranda encuesta a encuesta y las campañas demuestran su inutilidad cuando no hay política. La crisis económica y cinco millones de parados obligan a repensar el sistema. La crisis financiera ha aventado otras de raíces más profundas: la partitocracia bipartidista y su alternancia en el poder; la crisis del modelo productivo y laboral; la de los excesos de los poderosos, arropados a menudo en la corrupción y la irresponsabilidad de ciertos poderes públicos; la de un modelo de sociedad de consumo insostenible para una gran parte de la población, y la crisis moral de nuevos ricos hiperprotegidos en un sistema que va perdiendo solidaridad, social y territorial.

Si ETA cumple su anuncio de abandonar las armas habrá acabado una etapa de la democracia. Con el fin del terrorismo caen muchas coartadas políticas, giran definitivamente las preocupaciones ciudadanas y emerge la obligación de cerrar un modelo político y territorial demasiado preso del miedo.

Ni Rajoy ni Rubalcaba son la solución. Ninguno ha dado un paso al frente para proponer otra política para un país donde Europa ya no es una financiera, sino una tarea común. Donde el estado del bienestar inacabado debe repensarse para ser sostenible. Donde lo glocal es lo cotidiano y obliga a estar a globalizar herramientas y ser particular para reconocerse y diferenciarse. Donde surge la necesidad de un nuevo pacto social con mayor responsabilidad pública y privada.

Las últimas encuestas vuelven a mostrar la desconfianza en un líder del PP al que le cuesta convencer a sus propios partidarios, con una autoridad a veces incomprendida. Desesperante al dejar que las cosas maduren sin su intervención. Carente de proyecto creíble a pesar de las invocaciones mágicas y vaporosas de su tan demorado programa (pdf).

Un candidato siempre suspendido en las encuestas cuya política se adivina más en las autonomías y ayuntamientos de su partido que en sus hechos. A Rubalcaba no le creen ni los suyos.

La estrategia de pasar de vicepresidente a opositor crítico del gobierno de Zapatero en unos pocos meses sin un acto de arrepentimiento expreso y una explicación a los ciudadanos de por qué se siguen tomando medidas de las que él mismo discrepa no convence.

Dos tercios de los votantes, según las últimas encuestas, no confían en ninguno de los candidatos. Y sus campañas, pese al esfuerzo en internet y las redes sociales -mucha propaganda, poca política-, unidas a la larga marcha de actos y mítines junto a la permanente pelea por el control y apoyo de los medios de comunicación, no cambian el juicio de los electores.

Los medios siguen perdiendo influencia y público. Los datos de difusión de los diarios muestran una caída generalizada de una prensa que a menudo se diferencia más por su partidismo que por su información. Aún no ha empezado oficialmente la campaña y muchos están hartos ya de un periodismo declarativo y militante donde se da más valor a las palabras que a los hechos. Un periodismo que a menudo se pierde en declaraciones y muestra una realidad alejada de la vida cotidiana de la mayoría del público. Un periodismo tan solipsista y endogámico como la partitocracia.

 

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

 



Juan Varela

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