viernes, marzo 29, 2024
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El americano impasible

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Si se pregunta lo que pueden hacer los diplomáticos en una era de fuerza militar pulverizadora y comunicaciones instantáneas, fíjese en el ejemplo de Robert Ford, el embajador estadounidense en Siria. Se viene reuniendo con la oposición siria por todo el país, jugándose el cuello — y enfureciendo en el ínterin al régimen del Presidente Bashar al-Assad.

Ford es un ejemplo de la diplomacia libre de estructuras rígidas que le hace falta a Estados Unidos al replegar sus efectivos militares de los conflictos de Irak y Afganistán. Proyecta la influencia estadounidense de forma discreta — a través del asesoramiento a los manifestantes y las amistades — en lugar de tratar de presentar como patriótico el asunto suscitando la sospecha de motivaciones ulteriores, cosa que los sentenciaría.

Hablé con Ford la pasada semana telefónicamente, forma que desgraciadamente es la única a través de la que los periodistas estadounidenses pueden entrevistarse con él. Él destaca el consejo básico que viene ofreciendo en los encuentros con los líderes de la oposición, que es seguir siendo pacíficos y resistirse a la caída en la violencia sectaria.

Ford resume así su mensaje: «Evitad la violencia. Eso es crucial. Si se recurre a ella, le estaréis siguiendo el juego al gobierno».

Y aun así, como apunta Ford, los conflictos sectarios «están en auge sin duda» en Siria. Es un sobrecogedor ciclo de ataque y represalias que recuerda al caos de sunitas contra chiítas que engulló Irak en 2006. Los conflictos sectarios aquí se dan entre la mayoría sunita de Siria y la minoría alauíta que lleva gobernando desde que el padre de Assad se hizo con el poder en 1970.

Las crónicas son aberrantes, por ambas partes: las fuerzas sirias de seguridad están deteniendo disidentes de forma masiva y torturando a algunos de ellos. Las fuerzas de la oposición han perpetrado homicidios como represalia. Tanto fuentes del ejecutivo sirio como fuentes occidentales afirman que efectivos militares regulares han sido capturados y en ocasiones decapitados e incluso desmembrados; a unos cuantos alauitas secuestrados les sacaron sus ojos de las órbitas. Temerosa de la violencia desbocada, la «mayoría silenciosa» siria — compuesta de líderes empresariales sunitas, los cristianos y unos cuantos alauitas — han mantenido las distancias.

Los manifestantes cantan «paz, paz». Pero tanto las autoridades estadounidenses como las sirias confirman una reciente crónica del New York Times que dice que la situación en Homs, una ciudad del centro de Siria que viene siendo hervidero de protestas, se estaría torciendo hacia la guerra civil, con controles militares que demarcan las zonas de conflicto. (Si desea una descripción viva del panorama, eche un vistazo a la crónica en tres partes del periodista estadounidense independiente Nir Rosen en la web de Al Jazira. Él cita a un manifestante de Homs: «Occidente cree que somos islamistas porque salimos de las mezquitas, pero es el único sitio donde la gente puede reunirse»).

Los militantes sirios vienen afirmando públicamente estar levantando un ala militar siguiendo el modelo de la revolución libia, y algunos llegan a reclamar una zona de exclusión aérea de la OTAN. También hay especulaciones occidentales que apuntan a que el ejército turco podría crear un refugio de estilo Bengasi a lo largo de la frontera norte. Pero por el momento, tal revuelo de lucha armada es casi totalmente un bulo: Assad todavía puede ocupar cualquier zona el día menos pensado si le hace falta.

La misión de Ford viene consistiendo en alentar a la oposición interna a organizarse a nivel político. Los dos grupos de manifestantes callejeros con mayor seguimiento son el conocido como «Comités de Coordinación Local», encabezado por una jurista especializada en derechos humanos llamada Razán Zeitouneh, y el grupo «Organización General de la Revolución Siria», liderado por Suhair al-Atassi, la hija de una familia siria notable en círculos políticos. El significativo papel de estas mujeres debería de ayudar a aliviar la preocupación occidental porque este movimiento sea vástago de la Hermandad Musulmana simplemente.

Lo que le hace falta a la oposición siria es la cancha política en la que madurar — y desarrollar una resistencia pacífica y unificada a Assad. La resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que podría haber destacado inspectores dentro del país fue vetada por desgracia la pasada semana por Rusia y por China.

Para encontrarse con los manifestantes, Ford ha corrido importantes riesgos para su integridad física. Cuando desafió al ejecutivo y se desplazó valientemente a la sitiada ciudad de Hama en julio, su vehículo fue recibido con rosas de los agradecidos manifestantes. Y fue acribillado con huevos y tomates por una multitud pro-ejecutivo cuando visitaba a un líder de la oposición en Damasco el mes pasado. Y la propia embajada estadounidense fue atacada por maleantes pro-ejecutivo en julio.

A dondequiera que se desplace, Ford hace preguntas prácticas — presionando a los activistas preguntando por incentivos a las empresas sirias o por reformas a los presupuestos del ejecutivo. Aconseja a los acosados manifestantes contra las medidas militares — cosa que sólo provocaría un virulento conflicto civil. Cree que el tiempo juega contra Assad si los manifestantes saben evitar la trampa del conflicto sectario.

Es una cuerda floja la que sustenta a Ford. Pero es positivo ver a un diplomático estadounidense al frente del cambio, en lugar del ejército estadounidense.

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David Ignatius

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