jueves, abril 25, 2024
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Los que no saben, los que dicen que saben, los que se lo creen

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No lo conocía, pero lo he leído recientemente como una muestra del ingenio de Pío Baroja: hay siete clases de españoles, parece que dijo alguna vez.

 

1)      Los que no saben.

2)      Los que no quieren saber.

3)      Los que odian el saber.

4)      Los que sufren por no saber.

5)      Los que aparentan que saben.

6)      Los que triunfan sin saber.

7)      Los que viven gracias a que los demás no saben.

 

Sitúen los lectores, junto a los sucesivos números, a los españoles que crean que mejor encajan en cada modelo. Por mi parte, y sin pretender ni agotar las clasificaciones ni estar seguro de que mañana no se me ocurrirán nuevos encajes, me atrevo a apuntar ahora algunos ejemplos.

– Los que no saben:

Mis alumnos al entrar en la universidad. Y, si no saben, es -casi siempre- porque no se les ha enseñado. Se han sucedido una serie de catastróficas Logses y Lodes y como sea que se llamen, que han primado la ignorancia, han castigado el esfuerzo, y han protegido a los alumnos vagos y a los padres insensatos frente a los niños y jóvenes interesados y a los padres con sentido de la responsabilidad.

– Los que no quieren saber:

La generación ni ni. Ni estudio ni trabajo. Vegeto en casa hasta el límite de edad más amplio posible abusando de la o cómplice, o cobarde, o resignada, o impotente tolerancia paterna; salgo para el botellón, me drogo, no respeto ninguna ley ni divina ni humana, tiro el dinero si le echo mano, me desnudo si hay ocasión y que salga el sol por Antequera.

– Los que odian el saber:

Están indignados; les molesta que nadie trate de saber nada, porque lo primero que se sabría es quiénes son realmente y de qué pie cojean. 

– Los que sufren por no saber:

Los que son conscientes de la necesidad de saber y no encuentran el modo de conseguirlo, ante los inmensos obstáculos que les ponen las leyes, los gobernantes y tantos -qué pena- responsables de enseñar.

– Los que aparentan saber:

Tanto profesor incompetente que ha llegado a serlo porque no encontró hueco en otras profesiones mejor remuneradas pero en que los niveles de selección no han caído tan bajos; también los que prefieren los adjetivos a los sustantivos, y que creen por ejemplo que calificándose de progresistas ya está todo hecho y todo conseguido y no hay por que esforzarse más, o que autodenominándose demócratas ya pueden imponerles a los demás su ideología y, al que no la comparta, insulto o garrotazo, según se pueda.

– Los que triunfan sin saber:

En una sociedad en que son tantísimos los que no saben, los listillos -que tampoco saben nada, salvo aparentar- triunfan empinándose sobre las mentiras que proclaman y la ignorancia que se las traga. Ya dijo Goebbels que una mentira, si se repite muchas veces, acaba convirtiéndose en verdad; y de esas mentiras-falsas verdades vivimos intoxicados, por obra de los ignorantes que a base de fingir consiguen pasar por sabios.

Los que viven gracias a que los demás no saben: échese una mirada a nuestra clase política y saldrán a borbotones. Parece -leo- que Unamuno y Pérez Galdós, ante esta última clasificación de Baroja, pensaban eso mismo. Y ya ha llovido. Y no para bien.

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Alberto de la Hera

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