jueves, abril 25, 2024
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La política del miedo

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Muchos estadounidenses están todavía recogiendo los pedazos de las hipotecas rechazadas y los empleos perdidos, tratando de rescatar las viejas imágenes de sus aspiraciones de clase media. Pero se acerca otra tormenta tropical económica.

Es probable que el ejecutivo heleno quiebre a finales de año, seguido tal vez de Portugal, España e Italia. El impacto para los mercados internacionales minaría aún más la confianza económica imprescindible para una recuperación estadounidense saludable.

Pocos son los que creen que el Presidente Barack Obama será capaz de cerrar filas con el mundo durante la crisis de la eurozona, sobre todo desde que es cada vez más irrelevante en la política de su propio país. Su Ley de Empleo Estadounidense, que combina la mínima ambición con la mínima creatividad, era recibida con escepticismo bipartidista. Obama ha exigido repetidamente que el Congreso «actúe ya». En respuesta, el secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid ha informado en la práctica al presidente de que tiene que hacer cola para «el próximo período lectivo» del Senado en octubre.

En este clima de crecientes desafíos y cada vez menos liderazgo, los economistas han rebajado sus previsiones de crecimiento económico futuro y ahora calculan que hay una posibilidad entre tres de que América vuelva a la recesión durante los próximos 12 meses.

Con la llegada de una segunda crisis económica, América entraría en una fase nueva. Nuestros políticos irían más allá de la indignación del movimiento de protesta fiscal tea party en favor de un miedo económico más generalizado, el miedo a la decadencia nacional y el estancamiento tenaz. Y esto plantea una cuestión política importante: ¿una crisis económica favorece al candidato revolucionario o al candidato tranquilizador?

En Rick Perry y Mitt Romney, tenemos representantes en bruto de cada variante. Perry es provocador intencional en su estilo y su contenido. Cuestiona la legitimidad de 70 años de obligaciones federales. Propone la reordenación radical de la relación entre el ejecutivo federal y los estados. Es muy crítico con la Reserva Federal y con su gobernador. Las políticas económicas concretas de Perry siguen siendo provocativamente inespecíficas pero su retórica y sus intenciones son ambiciosas ideológicamente.

Romney compite contra Perry desde el centro tranquilizador. Ambos son muy críticos con las políticas económicas de Obama. Pero a diferencia de Perry, Romney se niega a abanderar la acusación de «socialismo». Romney aduce que la condena exagerada de la seguridad social dejaría a los Republicanos «diezmados como partido». Su propio plan económico de 59 puntos contiene «un buen número de opciones» de reforma paulatina de lo social, enfoque que el Wall Street Journal ha criticado por ser «tibio y táctico». Pero la timidez de Romney en ciertas cuestiones es su principal táctica frente a Perry. ¿Quién quiere ser el cirujano que sólo practica amputaciones con la economía acusando una serie de enfermedades complejas?

El resultado de las primarias presidenciales no puede predecirse a través de una teoría única. Una campaña impecable, o el traspié en mal momento, pueden marcar la diferencia. Y, hasta en este último momento, el elenco Republicano de candidatos podría no estar completo. Los Republicanos podrían insistir en una elección más allá de la categoría A, la tradición combativa de Barry Goldwater, o la categoría B, la afabilidad orientada al sector privado de Thomas Dewey.

Pero si esta es la elección durante un periodo de tensión nacional, la ventaja se decanta por lo tranquilizador. Durante el episodio de pánico económico de septiembre de 2008, la respuesta de John McCain fue emotiva y caótica, suspender su campaña presidencial con el fin de ganar tiempo para realizar una serie de intervenciones públicas precipitadas y contradictorias. Obama dijo muy poco de interés, pero lo dijo con calma. Y se benefició enormemente.

En el seno del Partido Republicano, los electores de las primarias tienen antecedentes de preferir a candidatos menos vitales ideológicamente pero con mayores probabilidades de salir elegidos. Los electores de los comités de Iowa,conservadores y religiosos mayoritariamente desde finales de la década de los 80, se emplean a fondo para cambiar esta costumbre. Pero pocas veces eligen al ganador eventual de los comicios con varios candidatos. Los incondicionales del partido pueden flirtear con Phil Gramm o con Pat Buchanan, pero por lo general acaban en el altar con George H.W. Bush o con Bob Dole. Goldwater fue la gran excepción, una aventura ideológica sonada que finalmente se consumó. Pero su elección se gestó en un momento de optimismo económico, con el paro en el 5% y a la baja, y no en un periodo sobrio de dificultades económicas.

Ninguno de estos precedentes históricos convierte a Romney en el candidato de éxito asegurado, pero indican que sus esperanzas de éxito son mayores que su actual posición en los sondeos. Perry es el candidato idóneo en momentos de indignación fiscal, pongamos, alrededor de 2010. Pero Romney tiene mejores argumentos en momentos de temor económico, como los que podemos estar comenzando, en los que la competencia se convierte en una necesidad política imperiosa. En este caso, los Republicanos podrían elegir, una vez más, no al purista al que adoran sino al veterano en el que confían.

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Michael Gerson

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