jueves, abril 25, 2024
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Rick Perry no es ningún libertario

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Como informaba en detalle esta semana mi colega del Washington Post Perry Bacon, Rick Perry se ha dejado la «compasión» que en ocasiones impregnó el conservadurismo de su predecesor en la mansión del gobernador de Texas.

Si el estilo de Perry recuerda al de algún inquilino de la Casa Blanca de George W. Bush nada menos es, en la práctica, al del ex Vicepresidente Dick Cheney, que acaba de publicar unas memorias, «En mi tiempo», que muy bien se podrían haber titulado «Con la Razón Todo el Tiempo (hasta Estando Rodeado de Idiotas)». Piense en Perry como Bush sin el encanto.

Pero en un terreno tengo reparos al sagaz análisis que hace Bacon de Perry, cuya victoria en 2012, escribe, «cimentaría el alejamiento del Partido Republicano del enfoque de Bush en favor de un Partido Republicano más libertario y contrario a la intervención del estado».

Sí, Perry es apasionadamente contrario al gobierno, o al menos a este gobierno. Pero el caballero que encabeza de repente los sondeos presidenciales Republicanos no es ningún libertario. Rick Perry es un teócrata.

Según su propia versión, es un luchador ideológico que aspira a salvar al matrimonio convencional, a las Navidades y a los Boy Scouts de los izquierdistas, los homosexuales y el relativismo moral. Su tratado más reciente, el libro «¡Hartos!» inspirado por el movimiento de protesta fiscal tea party, sólo toca brevemente las cuestiones como el aborto o el matrimonio homosexual. Para hacerse una idea de Perry al completo, métase su libro de 2008 «Sobre mi honor». Mientras el resto del mundo político estaba leyendo los ataques vertidos contra Colin Powell por Cheney, yo leía los ataques de Perry a los monitores homosexuales de los Scouts.

En el pasaje del libro que más revuelo ha suscitado, Perry equipara a la homosexualidad con el alcoholismo. «Incluso si un alcohólico está indefenso frente al alcohol una vez ingresa en su cuerpo, sigue teniendo la opción de beber», escribe Perry. «E incluso si alguien se ve atraído por una persona del mismo sexo, sigue teniendo la opción de mantener relaciones sexuales con alguien del mismo sexo».

Imagine esas palabras saliendo de los labios de Bush. O estas otras: «El movimiento homosexual radical busca la normalización social de su comportamiento sexual… Ellos han de respetar el derecho de millones en la sociedad a negarse a dar por bueno el comportamiento de ellos».

La política de Perry es religiosa en un sentido que nunca se ha visto antes en los candidatos presidenciales modernos de los partidos oficialistas. «O la fe en Cristo limpia de su pecado a toda esta gente, o a ninguno aparte de unos cuantos», escribe. «La verdad de la muerte, la resurrección y el poder de Cristo sobre el pecado es absoluta… Lo que creamos sobre ella no decide su veracidad».

Perry no encuentra ninguna razón en aquellos que «quieren reconocer a un buen maestro en Jesucristo, pero nada más». De esos no cristianos, pregunta Perry, «¿por qué le dan por bueno si ha mentido en sus afirmaciones de ser deidad y engañado a dos milenios de seguidores?»

El gobernador pronostica el castigo divino sobre aquellos que tengan opiniones políticas distintas. «¿Van a comparecer ante Dios y presumirán de haber borrado Su nombre del juramento de la nación?», pregunta. «¿Pedirán Su aprobación para atacar a entidades privadas simplemente porque estas organizaciones anuncian Su existencia?»

De manera que todo vuelve a los Boy Scouts.

Yo no tengo ningún problema con los Scouts. (Abandoné mi tropa cuando tenía 12 años, no por excesiva religiosidad sino porque los mayores seguían metiéndose de todo). Mi problema con la religiosidad de Perry es uno de mis problemas con el movimiento de protesta fiscal tea party en general: aunque manifiesta ser libertario a los cuatro vientos, está remezclando los grandes éxitos de la derecha religiosa.

En una serie de vetustos clichés, el presuntamente libertario Perry condena «a los litigantes defensores del comportamiento licencioso» (léase la Unión Americana de Libertades Civiles) y nos informa de que «A veces las leyes tienen que proteger a la sociedad en conjunto a expensas de la libertad de expresión individual cuando esa expresión se considera nociva para los demás y para la sociedad en conjunto».

Entre las cosas que Perry «considera» nocivas se encuentran: las universidades (a los estudiantes «se les ha enseñado que las empresas privadas son malévolas, que la religión es el opio de las masas y la moralidad relativa»); las comisiones de derechos humanos («que a menudo no son más que una fachada para atacar a las instituciones que imparten los valores tradicionales»); y la evolución (él dice que «el peso de las pruebas» apoya el diseño inteligente). Perry saca brillo a la vieja perla de la «‘Guerra’ contra la Navidad» y descubre una forma de presentar a Mitt Romney (su ahora rival por la candidatura) como defensor de los monitores de campamento homosexuales.

«Nos encontramos cerca de un punto de inflexión en la sociedad norteamericana. Si usted está convencido de que hay cosas que están bien y que están mal, que hay normas aceptables de comportamiento… entonces usted se juega algo en esta guerra. Si los atacantes obtienen muchas más victorias… la guerra ideológica podría perderse antes de darnos cuenta. Si eso llega a suceder, nos encontraremos viviendo en un mundo en el que el relativismo moral reina y el individualismo campa a sus anchas. Ahora es el momento de alistarse en esta iniciativa, de plantar cara y participar».

¿Adelante, soldados libertarios?

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Dana Milbank

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