miércoles, abril 24, 2024
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Patriotismo de partido

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Alfredo Pérez Rubalcaba ha suspirado tranquilo después de la votación en el Congreso en que los diputados socialistas votaron como un solo hombre la reforma de la Constitución aunque muchos estaban en contra. Lo cierto es que Rubalcaba ha tenido que afrontar un conato de rebelión en las filas socialistas a cuenta de la decisión del presidente Zapatero de introducir en la Constitución un tope para el déficit. A Rubalcaba la decisión de Zapatero no le ha podido venir peor sobre todo porque se ha tenido que enfrentar a un sinfín de críticas internas y sobre todo se está enfrentando a la incomprensión de buena parte del electorado socialista. De ahí su intento de apaciguar la rebelión reuniéndose con parlamentarios y barones para intentar reconducir la situación que no es otra que al PSOE le estallan algunas costuras.

La verdad es que sería un ejercicio de madurez que de una vez por todas los militantes de los partidos así como sus cargos públicos pudieran decir en voz alta no solo lo que piensan sino actuar en consecuencia sin que eso les suponga ser enviados al ostracismo. Digo esto porque en el PSOE, como en el resto de los partidos impera eso que Felipe González calificó no hace mucho como «patriotismo de partido» que significa más menos que los militantes del partido asumen lo que decide la dirección, les guste más o menos, por aquello de no dar munición al adversario y sobre todo no dar imagen de desunión.

En realidad ese patriotismo de partidos, es algo que las direcciones políticas, los «aparatos» de todos los partidos piden siempre a sus militantes. Y ese patriotismo de partido, en mi opinión, lo que termina provocando es un déficit democrático, porque el que se atreve a romper la disciplina termina señalándose él solo, se sitúa, y le sitúan fuera del grupo, y ya sabemos que en los partidos la disidencia se paga. Se puede resumir en aquella frase de Alfonso Guerra cuando era todopoderoso: el que se mueve no sale en la foto.

De manera que ahora muchos de los que tímidamente han alzado la voz contra ese pacto, que tanto aplaude la derecha, de modificar la Constitución para limitar el déficit, al final no han tenido más remedio que decir que Rubalcaba les ha convencido y sobre todo que aceptan la imposición por aquello del patriotismo de partido.

En realidad en el grupo socialista el hombre más libre es Antonio Gutiérrez que hasta ahora nunca ha votado en contra de su conciencia. Un lujo que se permite porque no es militante del PSOE y no se siente obligado por ese mal patriotismo de partido. Pero el resto, protestando más o menos, al final bajan la cabeza y votan lo que les piden aunque chirríe su conciencia.

Creo que hasta que no se cambie la ley electoral no se pondrá fin a ese mal llamado patriotismo. Ahora los escaños y las responsabilidades públicas dependen de la voluntad del aparato del cada partido, de manera que el compromiso es con el aparato antes que con los ciudadanos.

Hay muchos diputados y senadores socialistas que están en profundo desacuerdo con la modificación electoral pactada entre Zapatero y Rajoy pero como quién tiene la llave de su futuro político es el «aparato» de su partido entonces hacen de tripas corazón y terminan diciendo en público lo contrario de lo que dicen en privado.

Naturalmente a los «aparatos» de los partidos no les interesa que se cambie la ley electoral porque eso les da un poder enorme sobre todos los militantes de su partido que aspiran a ocupar cargos públicos. Así a costa de ese mal entendido patriotismo de partido vemos que quienes alzan la voz terminan sufriendo el extrañamiento o el ostracismo mientras que otros son premiados por su obediencia.

A eso conduce ese patriotismo mal entendido. Aunque yo les confieso que cuando escucho la palabra patriotismo me suelo poner en lo peor.

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Julia Navarro

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