jueves, abril 25, 2024
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Irritado

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La prueba de fuego pública más relevante del Primer Ministro David Cameron arrancaba con un apresurado retorno de una visita comercial africana. Su gabinete había debatido cancelar la visita por completo, pero había decidido que esto daría la imagen de estar «asediado». El riesgo más grave residía en aparentar ser ajeno al creciente escándalo de las escuchas de News of the World. Total que Cameron acorta visita, elabora una intervención ante los Comunes a bordo del aparato de vuelta a Londres y llega tarde la noche del martes.

A partir de las 7:30 de la jornada siguiente, Cameron practica preguntas de sus asesores. Su discurso ante el Parlamento comenzaba antes del mediodía. Finalmente resolvió 163 minutos de preguntas de 136 parlamentarios de los Comunes. Fue un interrogatorio tenso al que un presidente estadounidense nunca accedería — comparable a una intervención en las dos cámaras combinada con una investigación legislativa, montadas las dos de la noche a la mañana. Pero Cameron hizo una actuación segura — un exitoso maridaje entre propósito de enmienda y desafío.

Ningún primer ministro, ni siquiera de casualidad, quiere verse inmerso en un escándalo que de alguna forma implique a Rupert Murdoch, a un detective privado con antecedentes delictivos, la dimisión del comisario de la policía metropolitana, los mensajes de voz de una adolescente asesinada, un chivato fallecido de repente, un editor de prensa detenido y una demanda de Jude Law. Con estas circunstancias, ningún ejecutivo respondería «Circulen. Aquí no ha pasado nada».

Pero el papel de Cameron en este caos es circunstancial. Esto es sobre todo un escándalo acaecido en los peligrosos límites anárquicos del imperio mediático Murdoch, que implica la sordidez sistemática de una publicación amarillista británica y es posibilitado por editores indiferentes o cómplices que podrían haber tratado de encubrir las prácticas cuestionables. También se ha convertido en un importante escándalo policial británico, que implica sobornos y filtraciones a los medios.

La exposición directa de Cameron es su breve contratación de Andrew Coulson, ex editor del News of the World, como director de comunicaciones. Coulson
había dimitido del periódico cuando a uno de sus periodistas se le imputaron unas escuchas. En aquel momento el incidente parecía aislado, de forma que Cameron dio a Coulson una segunda oportunidad. Antes de ser contratado, Coulson dio garantías de que no había ningún escándalo generalizado. El primer ministro, me cuentan sus asesores, está protegido por el blindaje del funcionario público frente a la acusación de negligencia en el desarrollo de sus funciones. Si bien Coulson mintió para asegurarse su puesto en el 10 de Downing, también mintió a la policía y a los funcionarios encargados de investigar el incidente de las escuchas.

El principal problema político de Cameron reside en su imagen de sociabilidad con los ejecutivos de News International, que formaban parte de su círculo social. La refutación aquí es exacta pero no especialmente tranquilizadora: los ex primeros ministros Tony Blair y Gordon Brown se mostraron aún más sociables con los siervos de Murdoch. Toda esta informalidad es testimonio de la habilidad de mimetización de Murdoch en la política británica. Otras publicaciones están patentemente de parte de una formación política u otra. La prensa de Murdoch es el equivalente mediático al voto indeciso. Dado que su apoyo puede decantarse en cualquier sentido, los ejecutivos de News Internacional son objeto de especial cortejo por parte de los políticos británicos.

Los asesores de Cameron parecen entender los riesgos a largo plazo asociados con el actual escándalo. La opinión pública británica se encuentra en un
estado de temor desencantado, y lleva algún tiempo así. Antes de la elección de Cameron como primer ministro el año pasado, 7 de cada 10 británicos convenían con la frase: «La gente que respeta las normas siempre recibe un trato injusto». Observe el «siempre». Los británicos están masivamente convencidos de que tanto los banqueros como los que abusan del estado del bienestar tienen todas las ventajas. Esta frustración ha conducido a una pérdida de fe en los políticos tradicionales y a una deriva a largo plazo hacia formaciones marginales, que obtuvieron alrededor del 10% del voto en las últimas elecciones.

Desde que llegara a primer ministro, Cameron viene siendo un imponente funcionario de recortes presupuestarios. Ha congelado los salarios públicos, elevado las matrículas de la educación y aumentado el impuesto del valor añadido, al tiempo que convence a la mayor parte de los británicos de que tal austeridad no es una elección sino una necesidad. La crisis de otras economías europeas, Grecia en particular, ha ayudado involuntariamente a la labor de persuasión.

Una agenda de austeridad, sin embargo, no afronta los temores británicos a la injusticia fundamental de su propia sociedad. Cameron había planeado este otoño poner el acento en la educación y las políticas sociales que iban a sacar mayor rentabilidad al dinero del contribuyente. Pero un escándalo de las élites política, policial y mediática de dudosa ética complica este mensaje, consolida la imagen de un sistema alterado en favor de algunos y mina la vuelta del optimismo.

Hasta no siendo escándalo de Cameron se ha convertido en su problema.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

Michael Gerson

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