jueves, abril 25, 2024
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Cuando brama el centro

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Fue Ed Miliband, el líder del Partido Laborista británico, quien planteó la inquietante pregunta en el debate parlamentario del miércoles acerca del escándalo de las escuchas telefónicas: «¿Por qué ninguno de nosotros habló de esto con anterioridad?»

Miliband atribuyó la culpa a la intimidación política del imperio de prensa de Rupert Murdoch: «La respuesta es, por supuesto, lo que todos sabemos y solíamos tener miedo a decir: News International era demasiado poderosa”. Pero eso no explica la repentina discontinuidad — cómo pasa una crónica de la inacción a la indignación.

Los datos básicos del escándalo de las escuchas no eran ningún secreto. Una comisión parlamentaria sacó a la luz el año pasado el alcance de los pinchazos y sugería que había habido encubrimiento por parte de la policía y de News International. Pero aun así los políticos británicos no adoptaron medidas hasta que se añadió a la mezcla un nuevo dato repulsivo: las
víctimas de las escuchas incluían a una víctima de asesinato de 13 años de edad llamada Milly Dowler.

Éste fue el punto de inflexión. Fue igual que el derrumbe de un puente que hubiera aguantado en pie mientras transitaban millones de vehículos pero que se viniera abajo con la adición de un sólo vehículo más. Precisamente de esta forma la noticia de Milly Dowler dio lugar a un giro brusco entre la opinión pública, a una sacudida galvanizadora entre los políticos y a una noticia catastrófica para Murdoch.

Puede que sea llevar las cosas demasiado lejos, pero yo intuyo una inflexión comparable en la postura de la opinión pública estadounidense a tenor de la ampliación del techo de la deuda. El Presidente Obama lleva meses advirtiendo de que la práctica Republicana de llevar las cosas al extremo era peligrosa. Junto a todos los demás economistas y líderes responsables del sector privado, el presidente decía que era imprudente tener como rehén a la calificación de la nación. Los Republicanos siguieron bombardeando durante esta luz ámbar.

Pero de repente, el disco cambia a rojo. Las encuestas del Washington Post y del resto de medios ilustran un acusado incremento de la preocupación de la opinión pública por la factura potencial de las trampas con el límite del endeudamiento.

¿Qué está pasando en el seno de estos giros bruscos de opinión que desplaza una polémica del «coñazo» habitual al nivel de inquietud que fuerza la intervención política? Pregunté al experto en sondeos del Pew Research Center Andrew Kohut, que lleva décadas sondeando la opinión en América y en el extranjero.

Kohut lo llama «el factor nos hemos cansado». Él explica: «De repente, la gente se da cuenta: ¡Dios bendito, esto es malo de verdad! Antes de eso, se hacía la sueca». Los principales agentes de cambio son los «independientes» del centro. Los partidistas de los dos extremos ya saben lo que opinan — sea una cuestión de Gran Bretaña relativa a escuchas telefónicas o una cuestión de América relativa al techo de la deuda. Pero la gente del centro se toma un tiempo para formarse su opinión; cuando finalmente se la forma, la balanza se inclina decisivamente.

Los grandes cambios políticos plasman grietas en el parejo contorno de la opinión, en especial entre los independientes. Kohut cita el paulatino apoyo de la opinión pública desde mediados de la década de los 90 al papel del estado a la hora de solucionar problemas. Pero esa tendencia de apoyo se rompió después de que Obama presionara tanto por sacar adelante la legislación de reforma sanitaria en el año 2009 sin consenso nacional. Hacia el otoño de 2010, entre los independientes se registraba un incremento de 11 enteros porcentuales de desconfianza en Washington en comparación con los niveles de 2006, y un incremento de 26 enteros en el apoyo a la capacidad Republicana de reducir el déficit presupuestario. Este cambio entre los independientes fue el cambio multitudinario detrás de las legislativas de 2010.

A veces hay un dato catalizador que impulsa el cambio en la opinión — un fascinante detalle nuevo, como las escuchas a una niña de 13 años, que supera el obstáculo del cansancio y hace que la opinión pública general preste atención. La mayoría de la gente no sigue la política tan de cerca normalmente. Pero en los momentos así, según el responsable de sondeos del Washington Post Jon Cohen, «la realidad se aclara, y la gente reacciona a la realidad de la situación».

Esto es lo que sucedió finalmente en el debate del techo de la deuda, que inicialmente era abstracto y confuso pero que se volvió paulatinamente más concreto. Cohen apunta que a medida que se acerque la fecha de vencimiento del 2 de agosto, los estadounidenses empezarán a centrarse en la factura potencial de un descubierto. Un sondeo del Post recabado la pasada semana concluye que el 80% de los Republicanos están seguros de que una mora causaría «grave daño» a la economía. Los datos de la opinión pública así cambiaron el debate en Washington.

La moraleja es que el gran centro latente sigue marcando la diferencia decisiva en política, siempre que preste atención. Las voces partidistas pueden aparentar dominar el debate. Pero los cambios que pesan — como cuando la opinión pública británica decide que está cansada de la variante de periodismo de Rupert Murdoch, o cuando la opinión pública estadounidense exige que los políticos dejen de jugar con los presupuestos — se producen porque los del centro se indignan y exigen medidas.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

David Ignatius

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