viernes, marzo 29, 2024
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Cautivo de su representación parlamentaria

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La representación Republicana del presidente de la Cámara no se fía del todo de él. Su suplente, el secretario de la mayoría Eric Cantor, le ha preparado una encerrona con el movimiento fiscal. Lo peor de todo, su archirrival político ahora cuenta maravillas de él.

“El presidente de la Cámara Boehner y yo mismo venimos manteniendo una serie de conversaciones relativas a llegar al acuerdo más ambicioso posible”, anunciaba el Presidente Obama en rueda de prensa la mañana del lunes, confirmando las informaciones de sus encuentros clandestinos. «Quiero decir que aprecio los gestos desinteresados del presidente legislativo Boehner».

Por si esto no fuera lo bastante nocivo para Boehner, Obama añadía que «tengo interés en que John Boehner convenza con éxito a su representación parlamentaria de que esto es lo correcto». Obama aseguraba además que «el presidente Boehner ha sido muy sincero», y añadía: «Creo que es un buen hombre que quiere hacer lo correcto por el país».

Fue probablemente el beso de la muerte más evidente desde que el independiente Joe Lieberman le dio uno al Presidente George W. Bush y una hora más tarde el secretario de prensa convocaba su propia rueda de prensa en el Capitolio para poder borrar de su mejilla el carmín presidencial. «Aprecio lo que dijo el presidente hoy», decía un Boehner con semblante grave. «Pero el abismo entre las dos formaciones es ya cuestión legislativa».

Boehner tiene razón. El abismo es legislativo: la legislación de sus representantes del movimiento fiscal que dice que no hay que llegar a ningún compromiso. Esto ha puesto a Boehner, el negociador, en la imposible postura de encabezar una representación parlamentaria Republicana inherentemente imposible de gobernar.

Como documenta expertamente Paul Kane en el Washington Post, fue idea de Boehner sobre todo utilizar la votación del techo de la deuda como forma de alcanzar un «acuerdo ambicioso» que devolviera a la solvencia las cuentas de la nación. Sorprendentemente, Obama se dejó llevar, ofreciendo alrededor de 4 billones en reducción del déficit y poniendo sobre la mesa reformas en la seguridad social, el Medicare de los ancianos, el Medicaid de los pobres y el reglamento fiscal.

Todo lo que buscaba Obama a cambio de estas concesiones era una subida tributaria equivalente a la tercera parte del importe de los recortes del gasto público. Pero cuando Boehner trasladó tan dulce acuerdo a Cantor y al coordinador de la mayoría en la Cámara Kevin McCarthy, ellos le dijeron que la representación parlamentaria se resistiría. Durante el fin de semana, Boehner cerró las negociaciones del acuerdo.

Un Obama con bolsas en los ojos, compareciendo junto a sus principales asesores en la sala de prensa de la Casa Blanca la mañana del lunes, manifestaba simpatía hacia Boehner. Preguntado por Chip Reid en la CBS si el verdadero obstáculo eran «los activistas del movimiento fiscal en el Capitolio», Obama coincidía: «Su política dentro de su grupo es muy difícil».

Preguntado por el periodista del National Journal George Condon si Boehner sabría reunir los votos de su representación, Obama respondió que «la política que le condujo hasta la presidencia de la Cámara era buena para unas elecciones legislativas; para gobernar es difícil. Y ya sabe, parte de lo que en general necesita reconocer la representación Republicana es que la democracia estadounidense funciona cuando la gente… está dispuesta a realizar compromisos sensatos en aras de solventar grandes problemas. Y me parece que hay miembros de esa representación que no han llegado todavía a darse cuenta».

Cantor claramente no. Minutos después de que Obama finalizara su intervención, el secretario de la mayoría comparecía con la prensa en una mesa de la tercera planta del Capitolio para responder por alusiones. «No vamos a subir los impuestos – eso es todo», proclamaba. En cuanto a Boehner, Cantor sostenía que «coinciden» y que cualquier insinuación de lo contrario es simple «drama».

El presidente de la Cámara, por su parte, se esforzaba por tranquilizar a su inquieta representación diciendo que ni se le ocurriría sugerir una subida tributaria. «Cualquiera que me conozca y conozca mis antecedentes sabe que no voy a acceder a una subida tributaria», decía a la locutora Laura Ingraham.

Boehner ponía una sonrisa de circunstancias al acercarse al atril de su rueda de prensa montada a toda prisa. No cuestionó la afirmación presentada por el periodista de Fox News Chad Pergram de que entre 80 y 120 Republicanos de la Cámara — entre la tercera parte y la mitad de su representación parlamentaria — se opondría a subir el techo de la deuda con subida fiscal o sin ella. Y rechazaba una petición de poner nombre a alguna concesión que su formación podría apoyar.

«Convengo con el presidente  en que no nos podemos permitir que nuestra nación tenga un descubierto en nuestra deuda», decía. «Pero para evitar un descubierto, un anteproyecto tiene que superar el Congreso, y un anteproyecto que no satisfaga estos requisitos» — es decir, un anteproyecto que contenga una subida tributaria — «no podrá superar la Cámara de Representantes».

Normalmente, un presidente legislativo se cruza de brazos hasta obtener el apoyo al acuerdo que ha negociado. Pero en esta representación legislativa de los Republicanos.

Dana Milbank

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