miércoles, abril 24, 2024
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Una nación de parto difícil

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A días de convertirse en el país más novedoso del mundo, casi todas las polvorientas calles aquí tienen un torrente de banderas -las hay izadas en postes altos de chozas destartaladas, pegadas en el parabrisas de los motobuses o pintadas en rojo, negro, verde y azul sobre paredes encaladas. En la plaza pública, los que dentro de poco serán sus ciudadanos practican su himno nacional recién compuesto acompañados por una orquesta de percusión. Niños con uniforme verde y azul desfilan por la calle principal cantando canciones patrióticas.

Pero la estación de ferrocarril próxima al centro de Aweil brinda un recordatorio de que la independencia de Sudán del Sur es también un amargo divorcio. Un grupo de refugiados está sentado junto a los raíles, rodeados de ollas de cocina y aperos agrícolas, sus antiguas vidas transportadas en sacos de patatas. Son habitantes del Sur — negros y cristianos o animistas -que llevaban sus vidas en el norte musulmán arabizado.

Un anciano, Deng Deng Arop, me cuenta que sus vecinos árabes les habían presionado para que se fueran. «Dijeron: ‘Tienes que irte a tu país. Si no te vas al sur, atente a lo que te pase». Largas colas de habitantes del Sur esperan para subir a los trenes. «Querían quedarse a nuestros hijos por la fuerza», dice Deng, que cuenta que un funcionario a cargo de los refugiados lo había impedido. Al atravesar Kodafán, los del Sur fueron objeto de la despedida final. Jinetes árabes tendieron una emboscada al tren, robando el dinero y el grano. Tras el ataque, Deng contó 20 cadáveres. Un chaval de 14 años, Bol Mayén Bol, viajaba con su hermano mayor Chan. En medio del caos de abandonar el norte precipitadamente, su madre se había marchado antes en un
tren anterior. Durante la emboscada, Chan huyó del tren para esconderse y ahora se le da por muerto. Bol muestra lagunas de consternación más que dolor.

El norte y el sur de Sudán llevan en guerra, casi sin respiro, desde 1955 -imagine la Guerra Civil estadounidense pero durando medio siglo. Millones han perdido la vida a consecuencia de los combates y las hambrunas. Esta zona del norte de Bahr el Gasal era sometida al pillaje frecuente con el fin de capturar esclavos -muchos de los cuales siguen cautivos por las tribus del norte. El conflicto armado se prolonga a lo largo de la frontera. Elementos del Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA) del sur luchan actualmente en la cordillera Nuba y en Abyei, donde las fuerzas del norte (como es su costumbre) se valen de la violencia y el terror bombardeando a civiles.

Y aún así el dictador del norte de Sudán, Omar al-Bashir – imputado por el Tribunal Penal Internacional -tiene previsto dar un discurso en la celebración de la independencia de Sudán del Sur. Si se presenta, sería una muestra de audacia por parte de Bashir. También pondría de relieve la paradoja sudanesa de profundos odios e inevitables vínculos.

Bashir fue obligado a aceptar la independencia del sur. Pero es un superviviente que sabe cómo convertir los reveses en ventaja. Puede decir de forma solvente a su audiencia nacional que tiende importantes concesiones al sur — incluyendo un acuerdo preferente de explotación petrolera -al tiempo que expulsa del norte a los habitantes resentidos del Sur. Y Estados Unidos pone el cebo de ciertas ventajas potenciales si Bashir permite la ruptura limpia con el sur — a lo mejor relajando las sanciones y la desaparición de Sudán de la lista de estados patrocinadores del terrorismo.

Al invitar a Bashir a los fastos de la independencia, la administración de Sudán del Sur realiza sus propios cálculos. El norte puede ser odiado, pero sigue siendo el principal socio comercial del sur. El 60% de la comida que se consume en Sudán del Sur se produce o atraviesa el norte. Aunque el sur extrae crudo, importa los combustibles refinados de su vecino del norte. El cierre reciente de la frontera a causa de los combates en Abyei ha provocado escasez de gasolina en esta zona.

El actual entendimiento incómodo entre norte y sur es frágil. Las incursiones militares furtivas a lo largo de la frontera no reconocida son inevitables. Un buen número de mandos y figuras políticas del sur tienen parientes en el disputado Abyei. Los efectivos del Ejército Popular pueden no estar totalmente controlados por el ejecutivo central. Y una lucha por Abyei más coordinada sería popular de forma generalizada en el sur, donde muchos consideran Abyei territorio robado.

Algunos mandos militares del sur parecen atraídos hacia una estrategia de conservar el norte ocupado y distraído con acciones militares a pequeña escala. Hay quien parece igualmente decidido en el norte a apoyar a las milicias antigubernamentales dentro del Sur con el fin de minar al nuevo estado. Hasta la fecha, el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, ha desactivado de forma magistral la situación. Pero pasar del conflicto fronterizo a la guerra general abierta sería un fácil resbalón — con una nueva bandera en la refriega y nuevas víctimas de una guerra que hace pausas pero no acaba.

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Michael Gerson

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