martes, marzo 19, 2024
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El Tribunal Penal Internacional: Obscena Moneda de Cambio

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A lo largo de la semana pasada se han venido produciendo las comparecencias del general serbio Mladic ante el llamado Tribunal Penal Internacional acusado de delito de genocidio por la masacre de ocho mil bosnios en Sbrenica durante la guerra de Yugoslavia (lo que los cursis llaman la antigua Yugoslavia, que surge como país tras la Primera Guerra Mundial). Sin entrar ahora a analizar la naturaleza y alcance de la jurisdicción de ese ente, no podemos ignorar que el procesamiento de Mladic, sumado a los de Karadjic y Milosevic, completa el triángulo de exigencia que la UE puso encima de la mesa para considerar el posible ingreso de Serbia en el (¿selecto?) club europeo. En estos momentos no importa que la guerra en los Balcanes arrancase, fundamentalmente, por la incompetencia europea para afrontar los efectos de la descomposición del socialismo en el este del continente. Una incompetencia que no era naif, sino que venía inspirada por el planteamiento egoísta de naciones pretenciosas, como Alemania, que intentaban jugar al tres en raya de la geoestrategia y la influencia, a costa de la sangre de los demás. Ahora, los que hemos tolerado hace una década la indecencia del genocidio en el corazón de ese parque temático continental del que estamos tan orgullosos, hemos concebido este instrumento de purificación de intercambio que es el TPI. Sirve para purgar crímenes ajenos y a la vez expiar culpas propias. Eso sin contar la posibilidad de aparcar activistas del uso alternativo del Derecho como el flamante Baltasar Garzón, recién designado responsable de la prevención de la tortura, el mismo que ha utilizado la prisión provisional como instrumento para ablandar los ánimos de los acusados y que tiene un concepto flotante de la línea que separa a un acusado con derecho a un juicio justo de un testigo con obligación de colaborar con la justicia.

La semana pasada el mismo TPI emitía dos órdenes contra Gadafi y uno de sus hijos por crímenes de guerra. Al mismo tiempo, otro de los hijos del dictador libio declaraba en una entrevista a Le Temps, de Ginebra, que desde el gobierno francés se les había garantizado que una marcha al exilio de la familia Gadafi, acompañada de un par de gestiones en cuanto a los contratos esenciales de lo que el país árabe atesora, permitirían que las órdenes del TPI se esfumasen. Los más horrorosos crímenes que se pueden imputar a un ser humano escritos en un papel, no son sino un elemento de trueque. Impunidad a cambio de poder. Ignominioso perdón basado en el olvido a cambio de estabilidad.

Una institución en la cuyo solo nombre es un insulto a la inteligencia y una ofensa a los más elementales principios del Derecho Penal. Un instrumento político de venganza preventiva del vencedor sobre el vencido, utilizado según las rudimentarias normas del patio de Monipodio. Una oscura trama de burócratas del oportunismo, que hace oídos sordos, ojos ciegos, bocas mudas y brazos caídos a los despropósitos de otros tantos tiranos criminales a lo largo y ancho del planeta, de Corea del Norte a Arabia Saudí, de Bielorusia a Kuwait, de Cuba a Siria, de China a China…

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Juan Carlos Olarra

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