jueves, abril 25, 2024
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Microgénesis, Hipotálamo…

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Es muy probable que, como señala el juez Ruz en su auto, el tal José Luis Rodríguez Neri, su pareja, la cuñada, el amigo -un tal Ramos- y su novia se hayan dedicado a saquear la SGAE con la anuencia, si es que no con la activa complicidad, de su equipo directivo, pero nadie les puede negar que les ponían unos nombres muy bonitos y sugerentes a las empresas ficticias de que se servían para perpetrar el despojo: «Microgénesis», «Hipotálamo», «Micromega», «Ribera de Mayorga», «Luna Negra» o «Welcome to Madrid». En un mundo elegante y selecto, rendido a la belleza, esta sola circunstancia obraría como atenuante en la calificación de sus presuntos delitos, pero el juez Ruz no parece muy inclinado, a tenor de la contundente prosa que ha empleado al describir los chanchullos de la trama, a pensar que el mundillo de la estafa y del desfalco sea elegante ni selecto, ni mucho menos rendido a la belleza.

Pero los nombres de las empresas que Neri y los suyos creaban con el único objeto de apropiarse de parte de los impuestos, revolucionarios sin duda, que la SGAE cobraba abusivamente a la ciudadanía por escuchar canciones, no sólo eran sugestivos, sino que no estaban elegidos al azar ni al buen tun tun. Por ejemplo, «Microgénesis», que alude a los cambios que se producen en la conducta a consecuencia de un proceso de aprendizaje o durante la resolución de una tarea. El cambio operado en la peña de marras mientras aprendía a mangar y se ejercitaba en ello, a la vista está: que se forraba. ¿Y «Luna Negra»? ¡Ah, la oscuridad total! Una bendición para el caco. ¿Y «Micromega», ese darle a todo, a lo micro y a lo mega, ese eclecticismo totalizador en el ámbito del timo? Sin embargo, la mejor, a mi juicio, era «Hipotálamo», alusión a ese lugar del cerebro donde, entre otra porción de funciones, se regula el hambre. Los chicos de Neri gastaban, según las firmes sospechas recogidas en el auto judicial, un hambre absoluta, insaciable, abisal.

Todavía los del gabinete de crisis de la SGAE, los victormanueles y los cacosenantes, invocan a los «creadores», a los 100.000 creadores beneficiarios de la SGAE (donde no están, por cierto, los escritores, ni los pintores, ni los escultores, ni los fotógrafos, ni los poetas, ni los bailarines, ni los diseñadores, ni los arquitectos), para dejar a salvo el buen nombre de la multimillonaria entidad. Para «creadores», los Neri y compañía, que, casi como Dios, crearon nombres de la nada.

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Rafael Torres

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