sábado, abril 20, 2024
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Paul contra Pasteur

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Dirigiéndose hace poco a la Conferencia de Líderes Republicanos, el congresista Ron Paul sacó un tema obviado de la política estadounidense. El gobierno federal, advirtió, impone un régimen de pasteurización opresora. Para aplauso general, Paul dijo: «¡Me parece que no tenemos otra que votar a la derecha para beber leche fresca!»

No importa que calentar la leche a 60°C, algo extendido en América desde los años 20, mate la brucelosis, la tuberculosis y un amplio espectro de bacterias nocivas. Los americanos, al parecer, se están viendo privados simultáneamente de sanas enzimas y de la libertad.

Una prueba de fuego del candidato presidencial es la forma en que él o ella describe una América ideal. Los hay para los que se trata de un país sin homogeneizar. Pero ¿qué hay de los aspirantes Republicanos restantes?

Cada candidato del actual elenco acepta el objetivo de invertir la era Obama. Durante el ejercicio 2008, el gobierno federal gastó 3 billones de dólares; en 2011 gastará 3,8 billones. El gasto público federal ha saltado del 20,7% del producto nacional neto al 25,3%. La deuda federal contraída por la población es el doble de la de 2008. Este camino es insostenible. 

Pero ¿debería ser también un objetivo Republicano devolver a América a los tiempos previos al programa Great Society? En 1964, Barry Goldwater consideró de pronto excesivo el concepto del programa Medicare de la tercera edad entero. «¿Por qué no añadimos balnearios?» preguntó. «¿Por qué no una buena cantidad de cigarrillos para los fumadores y de cerveza para los aficionados?» En febrero, la congresista Michele Bachmann parecía identificarse con esta tradición. Los compromisos vigentes dentro del programa Medicare deben cumplirse, adujo, pero sería imprescindible «destetar a todos los demás». 

Entre los sucesos significativos de las jóvenes primarias Republicanas se cuenta la revisión de estas opiniones por parte de Bachmann. Últimamente se ha mostrado crítica con la parte de los presupuestos del congresista Paul Ryan en la Cámara relativa al programa Medicare. Su voto a favor de la legislación, insiste, tiene «un condicionante» o «una salvedad». «Me preocupa el desplazamiento de la factura a los ciudadanos mayores… Esa es la razón de la salvedad que pongo». 

La Salvedad Bachmann demuestra que hasta el ojito derecho del movimiento fiscal tiene una sensibilidad realista para el riesgo político. Pero este distanciamiento es parcialmente injusto con Ryan. Si bien es cierto que sus presupuestos obligan con el tiempo a la mayor parte de los ancianos a asumir una parte mayor de su factura sanitaria, también se proporcionan subsidios a los ancianos de renta modesta para financiar la parte del gasto que pagan de su bolsillo. Un mecanismo de protección social fiscalmente sostenible es más compasivo que un generoso sistema que se derrumba. 

Aparte de Ron Paul, los líderes Republicanos no recomiendan la retirada del papel federal a la hora de brindar cobertura sanitaria a la tercera edad. Ellos proponen en cambio alcanzar ese objetivo a través de subvenciones a las primas de los seguros, libertad individual para comparar y competencia en el mercado de pólizas. Este es el vergonzoso secreto del elenco presidencial Republicano: de Huntsman a Bachmann, los candidatos aceptan muchas de las metas del programa izquierdista Great Society, siempre que se persigan por vías conservadoras y de libre mercado. Se sigue el ejemplo de Ronald Reagan, cuya temprana oposición al programa Medicare acabó en entendimiento políticamente realista con el programa. (Un motivo de que Ryan haya descrito la presidencia de Reagan como «un fracaso»).

Las certidumbres ideológicas del movimiento conservador contrastan a menudo con la conducta de los políticos conservadores. Los activistas pueden considerar el programa New Deal socialismo blando, pero los políticos conservadores no aspiran a poner fin a la seguridad social ni a la prestación por desempleo. Los locutores conservadores de los programas de debate pueden llamar «el cáncer de América» al movimiento progresista de finales del XIX, pero la mayor parte de los candidatos presidenciales con posibilidades de ganar no se oponen a la legislaciones antimonopolio, la elección directa de los senadores ni la inspección de las plantas de alimentación. 

Lo que nos devuelve a Ron Paul, que podría oponerse a los esfuerzos federales por evitar la venta de carne en mal estado. Después de todo, acusa a Abraham Lincoln de iniciar la Guerra Civil con el objetivo de consolidar «el estado centralizado» y «deshacerse del pilar original de la República».

Paul es considerado a veces un referente conservador ingenuo pero valiente — insinuando que el resto de los Republicanos son tibios o transigentes. Pero el proyecto de invertir los programas Great Society y New Deal y la reforma progresista no es pureza ideológica; es fundamentalismo socialmente nocivo. Los conservadores tienen un gusto claro por la libertad individual. Pero tradicionalmente han reconocido un papel limitado para la administración pública a la hora de pulir las aristas de una sociedad libre. Esta inquietud por el bienestar general ayuda a minimizar el potencial de cambio revolucionario al tiempo que satisface un compromiso moral compartido con los vulnerables.

No es ni imprescindible ni saludable que los conservadores rechacen a Lincoln o a Louis Pasteur.

 

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Michael Gerson

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