miércoles, abril 24, 2024
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Chávez en estado crítico, como Venezuela

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Hugo Chávez se debate entre la vida y la muerte, eso que llaman estado crítico, en un hospital de la Habana, tras sufrir un abceso pélvico del que fue operado por médicos cubanos el pasadodiez de junio.

Desde que Hugo Chávez llegó al poder, Venezuela fue sufriendo una transformación política que acercó al país a la dinámica de resistencia del régimen cubano. Una resistencia cuya identidad es difícil de definir, ya que, al igual que sucede con China, estos viejos regímenes comunistas, herederos de la guerra fría, son cada vez más, regímenes de partido único, sin libertades civiles ni derechos democráticos, pero introduciendo a gran velocidad el capitalismo – en China en su versión más salvaje y en Cuba en su planteamiento más timorato-. Por ahí transita la llamada revolución chavista, si es que así se puede llamar a un sistema político cuyo único fundamento es detentar el poder sin terminar de resolver ni problemas sociales y, ni mucho menos, acabar con la corrupción: las dos señas de identidad que forzaron la dinámica de cambio que acabó con los viejos “adecos” y COPEI, los socialdemócratas y conservadores del lugar.

El caso es que, soflamas aparte, Venezuela como realidad política no es nada. Ni siquiera un hibrido. Es, si acaso, una antología de disparates. Y, tampoco hay que negarlo, un emisor de algunos buenos propósitos reducidos convenientemente a ceniza a medida que debían consumarse materialmente.

La situación aparentemente crítica de su líder, Hugo Chávez, nos devuelve a la realidad de un posible cambio político en el país – que ya se anticipaba por la formación de una oposición cada vez mas unitaria, creciente y realista-, en la misma senda de los países que han asentado grandes transformaciones económicas y sociales en el último decenio, poniendo a Brasil de exponente de esa nueva realidad latinoamericana de países emergentes, sin necesidad de recurrir a los viejos tópicos revolucionarios – tan honrada y románticamente asentados en las conciencias de muchos hombres y mujeres de izquierda, pero que, al fin y al cabo, se quedaron en estereotipos de una realidad imaginaria que, por las razones que fueran, nunca llegó a convertirse en la materialización universal de los sueños, tal y como entonces se predicaba-.

El modelo Lula se ha impuesto, claramente, al modelo Chávez, que no ha pasado de ser un proyecto nacionalista y verbalmente revolucionario pero que no ha sido más que una insistente carrera hacia el totalitarismo a pesar de haber mantenido los procesos electorales vigentes en la legalidad del país.

Pero eso, el hecho electoral en si mismo, no supone, al igual que sucede en Irán, el gran país amigo del Comandante, donde los hombres y mujeres no son más que súbditos de una oligarquía clerical y financiera y de un gobierno tan radical como autoritario, explicando esta realidad las extraordinarias buenas relaciones entre Ahmadinejad y Chávez.

Al parecer, Chavez se muere. Y lo hace de si mismo, fatalmente traicionado por su propio cuerpo, condenado finalmente por su salud al último suspiro. No de un atentado ni de una agresión foránea. Ni siquiera de un golpe apadrinado por Aznar, como se dijo en su día.

Y si las cosas se le tuercen de forma dramática, tal y como anuncian algunas fuentes, sólo quedará decidir si habrá de hacerlo en Cuba, lejos de su patria, en una última paradoja de la inutilidad de su mundo ideológico, confuso e inexplicable, que tanto daño ha hecho a los venezolanos, confirmando la deriva de una idea que si en su origen parecía disponer de razón y sentido y contaba con el apoyo de una amplia masa social harta de la corrupción, la pobreza, el mal gobierno y los abusos políticos de una estructura institucional completamente podrida, ha terminado por ser un país atormentado por el autoritarismo y la incapacidad.

Venezuela puede recuperarse de este espectro político que ha vivido y evitar buscar nuevos caudillos bolivarianos y asentar un régimen de libertades civiles y de derechos democráticos, que ayude a aprovechar la riqueza nacional mediante una estrategia de redistribución en la que le ayudarán, sin duda, nuevos socios como Brasil cuyos cambios socioeconómicos marcan las nuevas esperanzas de la América con la que debió soñar Simon Bolivar, mucho antes de convertirse en un  esperpento en la retórica de un Chávez cuya boina roja será, más temprano que tarde, su único legado histórico.

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Rafael García Rico

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