jueves, abril 25, 2024
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Un nuevo plan Marshall

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Seguimos asistiendo a la ceremonia de la confusión en el problema griego. A estas alturas todavía no se sabe muy bien cómo articular el segundo rescate, de forma que no perjudique ni a la banca, ni al BCE, ni a países terceros y ni a los contribuyentes europeos. Demasiada gente a la que complacer. Parece como si la Unión buscase la cuadratura del círculo y mientras la encuentra o no, asistimos al segundo acto de la tragedia griega.

La verdad es que los datos de Grecia impresionan. Su deuda es de alrededor del 150% del PIB y suma alrededor de 350 mil millones de euros. Su bono a 10 años presenta un tipo de interés cercano al 17%, alrededor de 14 puntos por encima del alemán. Con estos datos, parece realmente complicado pensar que Grecia pueda pagar el principal de su deuda y además hacer frente a los intereses.

Parece evidente que lo que Grecia necesitaría es o bien una reducción significativa de su deuda o  bien un aplazamiento de décadas con un tipo de interés reducido. Eso le permitiría ir pagando su deuda y al mismo tiempo tratar de hacer crecer la economía del país. Por algo en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento se fijaba el límite del endeudamiento en el 60% sobre el PIB. Sobrepasar ese límite es peligroso y Grecia está mucho más allá.

El gobierno griego y sus nacionales deberían comprometerse a acometer las reformas necesarias en su país para invertir la situación. La Unión, bajo una vigilancia constante del cumplimiento de los compromisos griegos, debería mostrar una cierta magnanimidad para hacer una quita o al menos un aplazamiento de muchos años, aplicando además un tipo de interés testimonial.

No querer ver el problema o aplazar su solución o actuar como simples prestamistas hará que el problema se agrave aún más y lo que se necesita es una solución de una vez por todas para salvar el euro y evitar el contagio al resto de los países.

Es posible entender que la opinión pública alemana esté cansada de oír hablar de rescates y de lo que les está costando, pero me pregunto, ¿qué habría sido de Europa en general y de Alemania en particular sin el Plan Marshall? ¿Son, acaso, los pecados griegos peores que los alemanes de entonces? ¿No son capaces Alemania y Europa de ser tan magnánimas como los Estados Unidos? Las respuestas las conoceremos a la vuelta de unos días.

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José Luis Martín Miralles

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