jueves, abril 25, 2024
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Fin de la aventura

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Siempre es doloroso ver romperse un romance, a medida que las expectativas irreales y las traiciones secretas colapsan en un coro de recriminaciones. Eso es lo que está ocurriendo ahora entre Estados Unidos y Pakistán, y tiene rasgos telenovelescos, en Washington e Islamabad por igual. «¿Cómo pudieron tratarnos tan mal?» es la letanía del debate político en ambas capitales.

Si se tratara de una pelea de parejitas, se aconsejaría un período de distanciamiento, mientras se recuperan el equilibrio y el orgullo heridos. Y probablemente ése sea el consejo acertado también en el caso de América y Pakistán. Estos dos países vienen amargamente decepcionados de la relación — incapaces por separado al parecer de entender lo que molesta al otro —
pero también tienen intereses comunes primordiales.

«Hay puntos de roce, pero no hay ruptura», afirma Husaín Haqqani, embajador de Pakistán en Washington que ha trabajado duro por evitar un corte, hasta cuando eso se ha traducido en cuestionar a su propio ejército. La mayoría de los legisladores estadounidenses veteranos convendrá con su evaluación.

Tras el período de reflexión, la relación será distinta — con muestras de mayor respeto a la independencia paquistaní. Eso es bueno, hasta desde el punto de vista de los intereses estadounidenses. El viejo marco se ha vuelto asfixiante, pareciendo el ejército paquistaní un lacayo de Estados Unidos a los ojos de su opinión pública. Esto estaba dando lugar a una creciente
indignación y vergüenza nacional, comparable a la ira que derrocó al egipcio Hosni Mubarak.

Al examinar los acontecimientos recientes en Pakistán, es importante recordarse ciertas realidades básicas:

– No es de extrañar que los paquistaníes detuvieran a personas sospechosas de ser confidentes de la CIA en la incursión de Osama bin Laden entre otras operaciones. Trabajar con un servicio de espionaje extranjero (hasta con un servicio «amistoso» por razones de peso) es una postura impopular en cualquier país. Pregunte a Jonathan Pollard, que espió para Israel y sigue en una cárcel estadounidense más de dos décadas más tarde. Me dicen que cuatro de cada cinco confidentes detenidos en Pakistán han sido ya puestos en libertad.

– No es malo que los mandos militares paquistaníes (y ciertos destacados periodistas y políticos paquistaníes) estén poniendo en tela de juicio al jefe del estado mayor del ejército, el General Ashfaq Parvez Kayani. Este desacuerdo asusta a los estadounidenses preocupados por los proto-yihadistas del ejército, pero ese temor se puede superar. El distanciamiento prudente de la cúpula militar es sano, y Pakistán necesita más, no menos.

– No es malo que los paquistaníes acusen lo que consideran amenazas a su soberanía. En cualquier nación, el ejército es símbolo de independencia y orgullo nacional. Cuando se considera que la soberanía nacional se ve comprometida — como a través de la incursión en el inmueble de Osama bin Laden o los ataques regulares con vehículos Predator no tripulados — la gente se cabrea. Estados Unidos debería seguir tomando medidas militares unilaterales contra las amenazas (nosotros también tenemos nuestros intereses soberanos). Pero el secretismo en tales cuestiones es importante para evitar humillar a nuestra pareja.

¿Qué debemos esperar de la «extraña pareja», en el futuro?

En primer lugar, los dos países crearon este mes lo que llaman «grupo conjunto de trabajo en contraterrorismo» para supervisar las operaciones. Un objetivo serán las medidas más rápidas para evitar trasladar información al enemigo — como sucedió al parecer entre la entrega el 19 de mayo de información de Inteligencia de la CIA relativa al paradero de dos fábricas talibanes de explosivos ubicadas dentro de las zonas tribales y el ataque paquistaní del 4 de junio. Este grupo conjunto está pensado para satisfacer las exigencias pakistaníes de que Estados Unidos limite al mínimo sus operaciones unilaterales de Inteligencia.

En segundo lugar, los pakistaníes planean poner fin al uso por parte de la CIA de la base de las fuerzas aéreas de Shamsi al suroeste de Pakistán como trampolín de los ataques con vehículos teledirigidos Predator. Pero no pueden impedir (y no van a impedir) las misiones Predator que parten de Afganistán. Mientras tanto, Estados Unidos seguirá suministrando cazas F-16 y podría sustituir dos aparatos de vigilancia Orión P-3 destruidos en un atentado terrorista en Karachi el mes pasado.
 

En tercer lugar, la cooperación paquistaní con las Fuerzas Especiales estadounidenses seguirá adelante pero a una escala menos visible. Los paquistaníes se encargarán de lo que venía siendo una misión conjunta de instrucción de la Patrulla de Fronteras de Warsak, al noroeste de Peshawar. Pero durante los próximos meses, la presencia total de las Fuerzas Especiales estadounidenses probablemente vuelva más o menos a la que fue antes del reciente revuelo.

En cuarto lugar, Estados Unidos consultará con Pakistán al buscar un acuerdo político en Afganistán. Un equipo al servicio de Marc Grossman, el representante  estadounidense especial que supervisa aquellas negociaciones, visitaba Islamabad hace poco para informar a los militares allí.

Estos arreglos no son ideales desde el punto de vista estadounidense, pero deberían de permitir la cooperación prolongada contra un enemigo terrorista que amenaza a ambos países. Y a largo plazo, este nuevo marco es mejor que un enfoque estadounidense dominante que tiene el efecto de sacar de quicio a Pakistán.

Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.

David Ignatius

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