Desde que el servicio de prensa en Twitter de Esperanza Aguirre dio a conocer la composición del nuevo gobierno, en los círculos cercanos no dejan de hacer cábalas sobre los motivos de la salida de Francisco Granados. Según González, no hay de qué preocuparse, “es el número dos del partido y va a jugar un papel importante”. Sin embargo, el número dos, ex consejero de Presidencia, Justicia e Interior, ha dado plantón a la toma de posesión del nuevo ejecutivo regional y ha ido directo al despacho de Génova, a trabajar, ya sólo, como secretario general del partido en Madrid.
El rum rum tras su salida, a parte del desconcierto, apunta hacia varias hipótesis. Algunos señalan que el desgaste podría pasar por la trama de espionaje en la Comunidad de Madrid. Difícil, al menos como único motivo. La instrucción de la magistrada Carmen Valcarce investigó los seguimientos a Cobo y Prada, número dos de Gallardón y ex consejero de Justicia de Aguirre, por parte de ex policías y ex guardias civiles. El caso se archivó porque la jueza no supo cómo cuantificar el gasto de los seguimientos tipificado como malversación de fondos. Tras el carpetazo, la Audiencia Provincial de Madrid lo abrió por dos motivos. Había diligencias sin practicar y el testimonio de la ex esposa de Sergio Gamón, entonces director general de Seguridad de la Comunidad de Madrid, fue meridiano. “Gamón investigaba desde 2006 a Alfredo Prada para Ignacio González”. Por tanto, el espionaje abierto desgastaría a Granados tanto como a González.
Fuentes cercanas a Gallardón, quienes no han perdonado todavía los últimos envites en materia de espionaje a Esperanza Aguirre, lo achacan simplemente a una lucha de poder en la que, al fin, gana González. En el Psoe, quienes han acompañado en la oposición a Granados, apuntan a que las sospechas de ciertas irregularidades han podido servir para zanjar la discusión. El cese deja a Granados desairado, desarrapado y sin cargo, pendiente únicamente de una silla en el Senado. «Por él ha pasado todo tipo de información del partido. Por ejemplo, en el caso de espionaje en Torrelodones, recién abierto, los dos ex concejales del PP siempre han hablado de reuniones en Génova donde Granados recibió a constructores que confesaron pagos irregulares y sobre lo que no hizo nada», comenta un ex concejal socialista. Esto, que parece un detalle de tantos, sigue el rastro de otros capítulos. Como el mini cooper de su esposa que apareció calcinado en el aparcamiento de su casa y resultó estar matriculado a nombre de una constructora. O las publicaciones que apuntaban a un incremento injustificado de su patrimonio, en el que un chalé de dos plantas en Valdemoro delataron a un consejero que pasaba ya del adosado. O el chalé en Marbella vendido a un constructor de Valdemoro. Y así hasta los espías, una trama que destapó los recelos de Aguirre con políticos afines a Rajoy además de la enemistad de González y Granados. Desde ese momento, ambos han pasado semanas sin dirigirse la palabra y tensando la cuerda hasta romperla. Uno, tenía que caer. Y como dicen estas mismas fuentes, «si hay que cosas que ocultar, gana González, Granados es mucho menos discreto».
González desde hoy se queda sólo como el único bastión fuerte del partido en Madrid. La pugna está resuelta. ¿Está Aguirre, además, planificando el relevo de aquí a las generales? Algunos piensan que sí. De hecho, pocos ven a la presidenta agotar los cuatro años de legislatura. Un periodo que será complicado; hay problemas de liquidez, falta de recursos en todas las administraciones y unas deudas difíciles de sostener en el tiempo.
Granados todavía no ha hablado. De momento, ha rechazado ser portavoz del grupo popular y no ha aceptado el hueco del Senado. El ex consejero de presidencia está más que acostumbrado a la pelea. Todo apunta a que asistimos sólo a la primera parte de su cese.
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Pilar Velasco