viernes, marzo 29, 2024
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Una crisis emocional

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Me van a tachar de antipatriota pero después de bastantes días en los que no he hecho otra cosa que comer pepinos, el asunto me ha superado. Es este un país muy intenso y el ambiente me pudo. Era mi reacción airada ante lo que había sido un ataque cruel y despiadado de una hamburguesa (no pretendo ofender, pero supongo que así se denominan a las señoras residentes en Hamburgo) celosa sin duda de que nuestro pepino sea un acompañante habitual de las Whopper de Burger King y por ello se lanzó sin pensárselo dos veces contra la más indefensa y humilde de nuestras legumbres.

Como buen español no solo he comido pepinos en la intimidad y en público (como si fuera un político, pero sin recelos y con más entusiasmo) los he cantado, rezado, animado y han formado parte importante de mi vida. No he acampado por problemas de infraestructura ya que no tengo tienda de campaña, pero la cuestión de los víveres la tenía resuelta con una colección de nuevas recetas cuya base es el pepino.

Hace ya unos días me miré al espejo y me dije que no podía seguir así. Quería recuperar mi vida anterior en la que el pepino formaba parte pero no tan obsesivamente como en las últimas semanas. Deseaba que el pepino volviera a ocupar su sitio importante, pero no relevante, en mi almario y en mi despensa. Exactamente el mismo que tengo reservado al tomate o al melón.

Todo proceso de ruptura o desenganche siempre es doloroso. Había tomado rápidamente una fuerte dependencia del pepino. Cada día me levantaba ansioso para conocer las nuevas iniciativas que el noble pueblo español había inventado para levantar la imagen del pepino. En particular me emocionó ver en televisión un coro de amas de casa cantando al pepino en la puerta de un supermercado. Se me saltaban las lágrimas. Así pues, en esta tensión emocional no podía vivir ni un minuto más.

La solución en estos casos pasa por racionalizar los temas. En este sentido investigué pues una cosa que yo estuviera al borde de una crisis emocional y otra que dejase desamparado al pepino. Hasta ahí podíamos llegar. Me preocupé por su futuro. A partir de ahí descubrí a la ministra de Agricultura y muchas más cosas: una persona extremadamente seria y rigurosa que, con el coraje que solo un o una ministro del gobierno Zapatero puede desplegar, había tomado cartas en el asunto. Esto me tranquilizó pues mi querido pepino estaba en buenas y muy severas manos. Mi emocionante cruzada ya no tenía sentido.

Finalmente ha resplandecido la verdad en todo el mundo: el pepino español es inocente y será indemnizado por las insidias propagadas. Con este pensamiento y en la seguridad de que este asunto no quedará impune, he recobrado mi vida anterior.

Ahora estoy preocupado por los alemanes: en este desdichado asunto ellos tienen víctimas mortales y eso no se puede compensar con dinero.

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Paco Fochs

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