jueves, abril 25, 2024
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Las embajadas inútiles

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Parafraseando a Ortega podríamos decir que el bosque de la grosera violencia de los llamados indignados, impidiendo grotescamente la entrada de los parlamentarios catalanes, nos permitió ver los árboles del recorte presupuestario, que se preveía en su interior. Recortes necesarios, por supuesto. No hay ningún político al que le agrade quitarle bienestar al votante que tanto le quiere, como el público a las tonadilleras, pero la política es el arte de elegir, y suele haber discrepancias, tanto por parte del público como del votante.

Las huellas del recordado, con pesar, «tripartito», amén de dejar un agujero presupuestario, que es el origen de los recortes que ahora tiene que acometer Artur Mas, inició una de esas empresas que pertenecen al mundo de la ensoñación nacionalista: las embajadas. Un nacionalista no se siente realizado hasta que no cuenta con embajadas en países extranjeros y, delante del balcón de su casa, desfila el ejército con la bandera. Claro que si a los votantes catalanes les informaran de lo que costaría mantener un ejército catalán, y el presupuesto de mantener embajadas en un centenar de países, a lo mejor echaban cuentas y llegaban a la conclusión de que tampoco hay que llevar el nacionalismo hasta el extremo.

El caso es que Artur Mas va a recortar prestaciones sociales, sanitarias y educativas, pero no va a quitar un euro de las embajadas catalanas, llamadas eufemísticamente «servicios exteriores».

Ayer me decía un embajador de España que los agregados comerciales de las embajadas españolas reciben la visita de los empresarios catalanes, después de que estos han comprobado la ineficacia del «embajador nacionalista». Pero da lo mismo. Artur Mas está dispuesto a mantener un gasto inútil, en unos locales donde, además, se pueden colocar unas cuantas docenas de amiguetes para que puedan jugar al imperio.

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Luis del Val

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