martes, abril 23, 2024
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Estos simpáticos chicos

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«Estos simpáticos chicos», jaleados y alentados por muchos ciudadanos más indignados que ellos, que, por fin, salieron a la calle para quejarse y pedir una «democracia real ya», son los mismos -¿o no?- que han pasado en un tris de la indignación al delito y han impedido que el Parlamento catalán se reuniera, han escupido y agredido a diputados y han obligado a que el presidente de la Generalitat y muchos diputados tuvieran que ir en helicóptero o en furgones policiales a la sede de la representación ciudadana.

«Estos simpáticos chicos» que piden democracia real, que se organizan en asambleas, que no son capaces de consensuar propuestas y que dicen que los políticos no les representan, han secuestrado a los representantes del pueblo que han sido elegidos hace unas semanas por más de veinte millones de ciudadanos voluntaria, consciente y libremente.

«Estos simpáticos chicos» han hecho que muchos indignados empiecen, empecemos, a plantearse que hay que defender a los políticos que representan al pueblo, incluso aunque no nos guste lo que hacen.

«Estos simpáticos chicos» sin trabajo, sin vivienda y sin futuro -pero con la mejor educación gratis, la mejor sanidad gratis y los mejores servicios de la historia de España- , después de un mes tomando la calle puede que sólo dejen el recuerdo de su violencia ante las asambleas regionales o el Congreso de los Diputados, frente a la mujer y los hijos del alcalde Gallardón, frente a la ingenuidad vergonzante de dirigentes políticos como Cayo Lara, que ha tratado por todos los medios de pescar en río revuelto y ha acabado saliendo por pies, o ante el diputado catalán ciego al que trataron de robar el perro lazarillo que le acompaña.

Con «estos simpáticos chicos» es con los que el derrotado candidato a la Comunidad de Madrid, Tomás Gómez pretende que la Asamblea de Madrid negocie de igual a igual. No con los comerciantes de Sol, a los que han causado gravísimas pérdidas y nadie ha ofrecido disculpas, sino con ellos. No con los que trabajan, crean empleo, pagan impuestos, se asocian y tienen problemas, sino con ellos.

A la violencia de «estos simpáticos chicos» se ha referido Stephane Hessel, el autor de «Indignaos» para repudiar su actuación y descalificar lo que se busca por métodos no pacíficos

Del 15-M al 15-J hay una inmensa distancia: la que separa la indignación más que razonable con la violencia premeditada. Lo que pudo ser una rebelión de la civilidad frente al secuestro de la democracia  por los aparatos de los partidos, o al abuso de la economía, por la avaricia de los más poderosos, está acabando mal y puede ir a peor. Dice el filósofo Javier Gomá que «el uso que hacemos de nuestra libertad no es indiferente. Nuestra acciones son siempre ejemplo para alguien». Mal ejemplo.

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Francisco Muro de Iscar

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