martes, abril 16, 2024
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De cuentos y cuentas

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Anda revolucionado el patio a cuenta de las cuentas de las comunidades autónomas y ayuntamientos, especialmente de aquéllos que están en proceso de cambiar de color en su gobierno. A decir de algunos de los llamados a ponerse al frente de tales instituciones, el comportamiento de los equipos salientes es similar al de los eunucos expulsados de la Cuidad Prohibida por el Último Emperador, no porque se lleven sus partes íntimas para poder enterrarse completos (no me consta) pero sí porque parecen dispuestos a provocar un incendio antes que tener que rendir cuentas de su prolongada gestión, probablemente porque, al igual que los eunucos, nunca consideraron la posibilidad de tener que dar cuenta de su ejecutoria.

Algunos casos especialmente virulentos como el de Castilla La Mancha han servido al PSOE y a su guardia de corps mediática para arremeter contra el PP tachándolo de irresponsable e incluso acusándolo de provocar la desconfianza externa en nuestra economía. Da igual que el pionero de tal suerte de maniobras perpetradas con vocación demagógica fuese hace décadas el inefable Alfonso Guerra, cuando amenazaba con “auditorías de infarto” o que los siempre bien considerados y ponderados nacionalistas catalanes (en los que a algunos el seny les impide ver la rauxa) hiciesen algo parecido meses atrás cuando volvieron a la Generalidad después de ocho años de gobierno nacionalsocialista. También resulta indiferente que la percepción sobre la opacidad y descontrol efectivo del gasto autonómico fuese ya generalizada entre los observadores internacionales. Entre otras cosas porque no hace falta ser Paul Krugman para darse cuenta de que las comunidades autónomas en España no están sujetas a limitación legal alguna en sus posibles déficits (no hay techo de gasto) y el gobierno central carece de mecanismos para hacer efectivas las medidas de reducción del desbalance de las cuentas públicas y, los pocos que tiene, no son utilizados en la práctica (como el artículo 155 de la Constitución Española), probablemente para no romper el mito del talante, que es lo único que queda de aquella pastelosa imagen –hoy traicionada- con la que el precarista que habita en La Moncloa llegó a ese lugar.

Pero sí que creo que Rajoy incurre en un error grave en la forma de plantear esa estrategia en la llegada a los nuevos gobiernos autonómicos. Que no se me entienda mal. No critico –como hace la mayoría- que Rajoy quiera poner sobre la mesa los datos económicos y financieros de tales instituciones. Pero sí discrepo de que dicho ejercicio de transparencia se limite a las comunidades de las que ahora se retira el PSOE y no se haga extensivo a las que estaban y siguen estando gobernadas por el PP. Si la realidad es como el PP la presenta, la comparación será elocuente y servirá de muestra de lo que el PP hace y por tanto de lo que puede hacer. En ese sentido, constituiría la mejor campaña electoral y difusión del programa que el partido que aspira a gobernar España puede tener.

Además este esfuerzo de transparencia nos ayudaría a conocer de una vez por todas la dimensión efectiva de nuestro agujero presupuestario total y, consiguientemente, serviría para que podamos entender y aceptar con mejor criterio los sacrificios que tendremos que afrontar para tapar y sellar esa fosa del déficit y calcular en qué plazo estaremos en condiciones de hacerlo. Porque necesitamos saber qué se debe antes de seguir pidiendo más rondas, ya que es muy probable que tengamos que empezar a cambiar la cantidad y calidad de nuestras consumiciones, si no queremos que la copa que tenemos en la mano sea la espuela.

Más cuentas y menos cuentos.

Juan Carlos Olarra

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