jueves, abril 25, 2024
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Mitt Romney: Un caballero, dos formas de pensar

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Desde China llegaba la semana pasada la infrecuente noticia de unas gemelas que habían nacido con un único cuerpo y dos cabezas.

Aquí en América, no obstante, tenemos un caso aún más inusual: dos personas comparten el cuerpo de un caballero de 64 años de edad. Responde al nombre de Mitt Romney.

Una de las cabezas de Romney defiende la reforma sanitaria en Massachusetts, el referente de la versión del Presidente Obama que también contiene la «medida obligatoria individual» que obliga a los particulares a contratar un seguro médico — una idea que enfurece a los conservadores.

La otra cabeza de Romney denuncia la reforma sanitaria de Obama como «una extralimitación de competencias», la «socialización de la sanidad» y una «pesadilla económica».

La cabeza conservadora de Romney, que aspira a ser candidato presidencial Republicano, trata con urgencia de separarse de su gemelo de izquierdas con el que comparte el cuerpo — pero las mentes más brillantes de la sanidad han sido incapaces de ayudarla en su salto lógico.

Y de esa guisa los gemelos Romney se presentaban ante una audiencia el martes en el Centro Cardiovascular de la Universidad de Michigan para pedir consulta. A juzgar por los síntomas, el pronóstico es pesimista.

«Buenos días», dijo a su audiencia – algo pasadas las dos de la tarde.

«Aquí en Massachusetts tenéis empresas como Parago», les dijo – en Ann Arbor. Parago está ubicada en Texas.

Barajó sus notas y se le trabaron palabras, convirtiendo «recursos humanos» en «derechos humanos». Planteada una pregunta por un presente entre la audiencia, buscó frenético un papel de su atril, diciendo: «Sí, voy a – voy a – bueno, yo tenía mi – mi lista por aquí – bueno, no puedo encontrarla».

Fue difícil no sentir pena por Romney en sus esfuerzos por convertirse en dos personas. Es el favorito presidencial Republicano titular, cuyas dotes empresariales deberían de convertirle en la apuesta segura para derrotar a Obama en este clima económico. Pero en la cuestión que más importa a la mayoría de los Republicanos, la sanidad, podría colar como, en palabras del
Wall Street Journal que le describía el jueves, «el compañero de lista de Obama». El Journal editorializaba que Romney está «comprometido y no es creíble» a causa de su ley de Massachusetts, «el prototipo de la del Presidente Obama».

Añadiendo sal a la herida de Romney, un colectivo de izquierdas de Massachusetts sacaba a la luz una cita de 1994 en la que apoya un plan que impondría la obligatoriedad de contratar un seguro a nivel nacional — exactamente lo mismo que ahora Romney critica a Obama por hacer., Romney simulaba no haber sostenido nunca tal postura, manteniendo que sólo los estados, no las autoridades federales, deben de poder obligar a la población a contratar un seguro. Pero aun así, Romney realizaba una defensa más contundente de la medida de obligatoriedad de la que ha hecho Obama.

«Descubrimos en nuestro estado que estábamos gastando cientos de millones de dólares al año prestando atención a la gente, gran parte de la cual podía permitirse contratar su propio seguro», explicaba. Su solución consistió en «hacer hincapié en la responsabilidad individual, y decir a la gente que se podía permitir un seguro que contratara uno: O se contrata un seguro usted sólo, o se paga sus gastos».

El otro gemelo Romney, sin embargo, argumentaba la postura contraria, utilizando en 15 ocasiones la palabra «Obamacare» para desacreditar las reformas que él inspiró. Obama y sus asesores, decía, «desconfían de forma fundamental de la libre iniciativa». El presente plan de reforma sanitaria de Romney, presumía, «no incluye ninguna medida de obligatoriedad».

Romney sufre lo que se podría llamar el síndrome Al Gore: Parece artificial hasta siendo sincero. Manifestaba un aire docente al dar lectura a una presentación de 25 páginas en PowerPoint en un aula magna — pero el centro difundió una declaración diciendo que no tenía nada que ver con el acto, para el que los Republicanos patrocinadores del centro no lograron llenar todos los asientos. Su apariencia misma — un traje desgastado sin corbata — conducía a equívoco. Su pelo estaba tan harto de gomina que sólo unos cuantos pelos desafiaban al producto.

Pero el aire evasivo de Romney no se debe tanto a productos capilares como a las políticas — el aborto, los derechos de los homosexuales y ahora la reforma sanitaria — que cambian con el tiempo según lo exigen las circunstancias. Sus cálculos de posición continuaban el jueves. A la mínima, quería «aplaudir» al congresista Paul Ryan, R-Wis., por proponer un plan que pone fin a la afiliación automática al programa Medicare de la tercera edad. A renglón seguido, decía que su propio plan «no va a ser calcado a los planes de Ryan». ¿Qué tal si nos da unos detalles, gobernador? «Enseguida», decía.

Romney, que despertó carcajadas cuando reconoció que su vieja ley de reforma sanitaria ya no es «un activo a nivel político», aceptó que su esfuerzo talmúdico por desvincular Romneycare de Obamacare «no va a satisfacer a todo hijo de vecino». Pero eso evidentemente no le va a impedir hacer de Salomón dividiendo al niño.

Dana Milbank

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