jueves, abril 25, 2024
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El fin del sueño europeo

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¿Alguien se planteó en Estados Unidos que el estado de California se viese obligado a abandonar el dólar cuando su administración se declaró en bancarrota, hace dos años? Por supuesto que no. ¿Alguien se planteo limitar la libre circulación de personas dentro de EEUU durante la crisis de los balseros cubanos? De nuevo, no. California es a EEUU como Grecia a Europa, o los balseros cubanos que llegaban a Florida como los refugiados tunecinos a Italia; y las respuestas que han dado los socios europeos ante ambas crisis cierran esta terrible ecuación al demostrar empiricamente por qué EEUU es esa verdadera unión que Europa jamás será.

Primero Grecia. Que el Gobierno alemán esté filtrando a la prensa que Grecia está planteándose abandonar el euro es otro ejemplo más de ese sálvese quien pueda que se ha instalado en la UE. La crisis entró por la puerta, y la solidaridad europea saltó por la ventana. Que el primer rescate griego ha fracasado es una obviedad: por eso ahora se está planteando un segundo rescate. Las draconianas condiciones impuestas al país por sus teóricos socios han ahogado su economía hasta un punto comatoso. La mano que les echamos ha sido una mano al cuello. No pueden pagar.

La bancarrota es un hecho, de una manera o de otra. La gran duda es si se formalizará, y quién pagará los platos rotos: si la banca que compró la deuda griega a cambio de un interés desmesurado o los ciudadanos, una vez más. No apuesten contra la banca, no tiene pinta de que vaya a perder (sería una gran novedad).

La última emisión de deuda griega, esta semana, se saldó con el triple de demanda de la que Grecia pretendía vender; había muchos más inversores interesados en comprar bonos griegos de los que estaban en venta. ¿Qué razón lleva a que los inversores se peguen por comprar un bono calificado como “basura” por las agencias de calificación? Sencillo: el mercado apuesta a que la quiebra de los ciudadanos griegos será un fantástico negocio… para los bancos. Son ellos, los acreedores (en gran medida bancos alemanes) los que probablemente serán “rescatados” por segunda vez.

En cuanto a los 20.000 tunecinos que han servido como excusa para cuestionar la libre circulación de personas en la UE, conviene recordar –como ha hecho José Ignacio Torreblanca en El País– que no es la primera vez que Europa se enfrenta con una crisis similar. Los 20.000 tunecinos no son nada comparados con los 600.000 refugiados de la guerra de Yugoslavia, en 1995, que Europa acogió sin rechistar.

¿Ha cambiado tanto Europa en estos 16 años? Es evidente que sí, y por eso ahora han bastado con 20.000 –no 600.000– para que se abra la primera gran grieta en la libre circulación de personas dentro de la UE. El auge de la ultraderecha con la crisis explica lo sucedido, pero no sólo. Ha sido la ultraderecha quien ha recuperado las aduanas en Dinamarca, pero fue Sarkozy –y no Le Pen– quien sentó el precedente que permitió el cierre danés.

¿Qué quedará del sueño de Europa dentro de otros 16 años más? ¿Seguirá vigente esa libre circulación de personas que hoy se resquebraja? No sé qué pasará con las personas, pero seguro que la libre circulación de capitales continuará. Como siempre, está clara cuál es la prioridad.

Ignacio Escolar

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