viernes, abril 19, 2024
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La caza de bin Laden

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Cuando Osama bin Laden declaró la guerra a Estados Unidos en la década de los 90, argumentó que si los terroristas musulmanes golpeaban con la fuerza suficiente, Estados Unidos se replegaria. La persecución incesante que condujo a la muerte de bin Laden el domingo demostró que la narrativa de la debilidad estadounidense estaba equivocada.

Las dificultades de América en el mundo islámico desde el 11 de septiembre de 2001, por encima de todo, se han debido a la respuesta mal encajada o a la reacción exagerada a los atentados de al-Qaeda. Pero la idea de que Estados Unidos saldría corriendo – un análisis que bin Laden apoyaba en la huida de América de Beirut tras los atentados de 1983 y de Somalia en 1994 tras los sangrientos atentados perpetrados contra las tropas estadounidenses destacadas allí – era refutada de forma convincente. Incluso después de los catastróficos errores de Irak, el Presidente George W. Bush se mantenía firme para sostener la narrativa estadounidense de tenacidad en la batalla.

“Seremos implacables en la defensa de nuestra ciudadanía”, decía el Presidente Obama al anunciar la muerte de bin Laden desde la Casa Blanca justo antes de medianoche. “Se ha hecho justicia”. Se hicieron declaraciones sobre persecución y retribución que podrían haber formado parte de una película de vaqueros clásica.

La noche del domingo Obama apenas dejó entrever la operación que condujo a la muerte del líder de al-Qaeda. Decía que empezó hace ocho meses, cuando fue informado acerca de una posible pista. Durante los meses posteriores, la Inteligencia estadounidense supo que bin Laden podría ocultarse en un complejo en Pakistán. La pasada semana, Obama autorizaba un ataque de las Fuerzas Especiales estadounidenses contra una mansión ubicada en el municipio de Abbottabad, al norte de la capital paquistaní, Islamabad.

El hecho de que Pakistán no detuviera (o no pudiera detener) la incursión con helicópteros traslada otro mensaje. Los críticos de la CIA han argumentado que las operaciones de la agencia contra bin Laden a lo largo de esta última década se vieron comprometidas de forma fatal por su combinación de operaciones unilaterales y cooperación con los servicios de espionaje de Pakistán. Ésa evaluación también demostró estar equivocada – al menos a juzgar por la operación del domingo.

Un interrogante de escrupuloso análisis en los próximos días va a ser si algunos elementos del espionaje paquistaní no conocerían el paradero de bin Laden, en la práctica, a plena luz del día dentro de un complejo próximo a unas instalaciones del ejército paquistaní. Y ello va a ser crucial, en términos de futuro, para la forma en que se desarrolla la operación estadounidense dentro de Pakistán y de otros países musulmanes.

Al-Qaeda había perdido su fuerza mucho antes de la muerte de su líder. Se consumió; se creó enemigos en todas las regiones en las que ganó fuerza – en Irak, en Afganistán, hasta en las zonas tribales de Pakistán. El mundo islámico dio progresivamente la espalda – no fruto del islam salafista de la clase que practica al-Qaeda, sino de las tácticas terroristas que acabaron matando a muchos más musulmanes en todo el mundo que estadounidenses.

David Ignatius

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