miércoles, abril 24, 2024
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La Fiesta más triste

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La tradición festiva del 1º de Mayo se resquebrajó este año. La escenificación de pancartas, pañuelos, globos y consignas en las ciudades españolas brotó sin que nadie pareciera esperarlo. La cifra récord de cinco millones de parados cayó como una losa en los preámbulos de la conmemoración del Día del Trabajador en España y disolvió el efecto festivo:  21,29% de parados. No hay en España quien no conozca los datos y su desglose por sectores, aún más drástico entre los jóvenes y en los mayores de 50, lo que cercena a un país de la sabia nueva y de trabajadores cualificados.  Sin expectativas de crecimiento para la creación de empleo todo hace pensar que lo que no mejora empeora. Ése es el ánimo.

Los líderes sindicales hubieron de suplir la resignación ambiental con arengas para sacudirla. Proponen un giro a la izquierda, pero ésta hace ya tiempo que abandonó un debate dentro y fuera de nuestras fronteras para analizar las vías que propone para la creación de empleo y para el mantenimiento del Estado de Bienestar.

En este ambiente del 1º de Mayo era, pues,  necesario que los lideres sindicales arengaran contra la resignación.  “Estamos indignados”, decía el dirigente de Comisiones José Luis Gil, en Toledo, lo que ofrecía una estampa de la trascendencia de la situación.  Indignación contra impotencia, una actitud siempre más combativa que el abatimiento. Porque también podíamos mirarnos en otros espejos: Méndez saludaba a los trabajadores de los países árabes que luchan por su libertad. Nuestro espacio democrático nos libra de sus desvelos.

Pero en las calles, las proclamas contra “los recortes sociales”, “contra la reforma laboral” –a la que achacan el agravamiento del problema-, por genéricas, llevaban a la nostalgia de otras rabiosas reivindicaciones contra los contratos basura que proliferaban en los tiempos en que éramos ricos. Eran basura, pero contratos.

Deslucida fiesta.  El presidente advertía que no existen varas mágicas para crear empleo, lo que bien saben los parados. Sin perspectivas de nuevos modos de producción, hay quien todo lo fía al turismo, y asoma la tentación mísera. Se alude a la “ventaja” posible para el turismo español ante el caos por las revueltas árabes.  

No hay empleo por efecto de magia pero sí compete al Gobierno medidas para su estímulo. En cambio, sobran las proclamas imposibles de cumplir,  -aunque fueran necesarias para espolear el ánimo del país- como los sucesivos anuncios en 2008 y 2009 de alcanzar los techos de destrucción de empleo.   Zapatero vuelve a anunciar ahora que “bajarán las cifras del paro”, pero a estas alturas no resulta creíble.  Bajarán algún día;  no sabemos cuándo.  Y aún es peor deslizar la culpa de la gestión (que no de la crisis misma) a otros factores, siempre externos.  Cual altruista ante la contrariedad, Zapatero defiende que “tenemos la responsabilidad de combatir la crisis que no generamos, igual que el paro, pese a la falta de colaboración del PP.” 

Ineficaz, el Gobierno se viste de policía para atacar el empleo sumergido y  anuncia la multiplicación de sanciones –la última ocurrencia- como si ello hiciera aflorar el empleo real. Y surge el chiste fácil. Ya que no se crea empleo legal, destruyamos el ilegal, el único en tal situación que permite a muchos parados sortear la crisis.  Lo malo es que si estos trabajadores –que se acogerían, gustosos, a un empleo legal- se quedan sin sus chapuzas para subsistir, el Estado debiera proveer de nuevas partidas para más gastos sociales. So pena de que afloraría, ésa sí, la revuelta social que algunos extrañan ante semejante cifra de parados.

 

 

 

 

Chelo Aparicio

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