Cada día que pasa me ratifico más en lo que afirmé hace un par de semanas en esta misma columna. Entonces dije que lo de Shakira y Piqué me olía a montaje porque a los dos le venía bien y, ahora, lo corroboro. Y si se quiere, hasta con más fuerza.
La exhibición de muecas que hizo la reina del falsete en el partido final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Real Madrid, sin otro objetivo que llamar la atención, unida a la demostración de arrumacos, zalameos y besos tontos que expuso para celebrar cada jugada o cada gol del Barcelona, nada menos que contra el Osasuna, me hacen pensar, sin el más mínimo miedo a equivocarme, que este romance tiene gato encerrado. Es más me inclino por pensar que se está rodando un gran documental sobre la cantante colombiana y que, en él, Piqué es una de las estrellas invitadas.
No puede ser de otra manera. No puedo ni quiero pensar que el comportamiento de Shakira sea el normal de una chica enamorada.
En Mestalla, durante la final de la Copa del Rey, podría haber dos docenas de mujeres y novias de jugadores ninguna hizo gestos, mohines, contorsiones, aspavientos y monerías como la rubia cantante y, en el Nou Camp, estoy seguro de que había entre dos y tres mil parejas de enamorados que no se besaban en cada gol o cada jugada del Barça como si el mundo se fuese a acabar con el final del partido.
Vamos, venga ya. Eso no es normal. Y menos en una pareja que tendría que pasar inadvertida.
Pinocho
Pinocchio