jueves, abril 18, 2024
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El PP, sin límites

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No consigo entender lo que pretende el Partido Popular, sinceramente. Entiendo que quieran amarrar todos los votos posibles, pero hay un límite que no se debe sobrepasar. La oposición, y algunos partidos nacionalistas, han convertido la política en un peligrosísimo juego del tiro al plato, utilizando para ello la vajilla familiar y no van a parar hasta que toda la porcelana se haga añicos. Si siguen así, ni la sopera de la abuela se va a salvar. El trío dinámico formado por Mayor Oreja, Federico Trillo y María Dolores de Cospedal arroja sus bombas de racimo sobre la geografía institucional, sin reparar en los daños estructurales que pueden provocar en el andamiaje nacional. No parece que haya para ellos, y algún espontaneo más, esa línea roja que marca el punto de no retorno.

Ahora van y comparan la foto de un etarra asesino, sin conciencia y sin alma, incapaz de arrepentirse de haber mandado al otro mundo a decenas de inocentes, con la foto del Ministro del Interior.  Este tipo, de apellido Troitiño, ha sido liberado por una polémica, y seguramente equivocada, decisión de la Audiencia Nacional después de pudrirse en la celda más de veinte años. El tema ya está servido. El trío, de espléndida formación jurídica, subido en la ola mediática, que a estas alturas de la película nadie sabe ya si les eleva o les arrastra, se desboca con argumentos que no utilizaría un estudiante de derecho. Piden que se sancione a los magistrados de la Audiencia, vigilancias policiales al etarra sin apoyatura legal alguna y detenciones preventivas como si viviéramos en un estado de cartón piedra sin garantías constitucionales. Todos sabemos que en una democracia existe la separación de poderes y que el ejecutivo no puede otorgarse competencias del poder judicial sin cargarse todo el sistema. No puede ser cierto que estos tres ilustres pretendan ahora que se haga justamente lo contrario de lo  que hizo el gobierno Aznar, como era lógico y plausible cuando otro “angelito” de nombre Josu Ternera fue puesto en libertad en otra coyuntura semejante. No puede ser cierto, que se predique la vulneración de la Ley. Lamentablemente hablamos de un episodio más. Aquí no se ha salvado nadie: policías, guardias civiles, abogados, jueces, tribunales enteros o inspectores de la Agencia Tributaria. El mal se ha extendido también a los partidos nacionalistas que descalifican a tirios y troyanos sin pudor alguno, y sin el menor respeto al ordenamiento que nos hemos dado todos los ciudadanos.

Nuestra democracia es todavía muy joven.  Parece robusta y fuerte, pero apenas comienza a estabilizarse si la comparamos con otros sistemas políticos vecinos más vetustos y realmente admirables. Todo se discute en sus parlamentos y la oposición fiscaliza con ardor y dureza. Sin embargo, la brega política tiene límites: la seguridad nacional, la buena fama de las instituciones, la imagen de la nación en el mundo exterior y el marco constitucional. Son conceptos intocables y respetados por todos. En estos países la clase política respeta los límites.

Fernando González

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