José María García fue uno de los grandes en la radio. En algunas cosas, el más grande. Su influencia en el medio fue tan importante que introdujo un nuevo lenguaje y una nueva forma de hacer radio. Incluso, cambió las costumbres de la audiencia.
Después, abusó. Y su soberbia le pasó factura. Un día, un personaje más chulo que él, le rescindió el contrato. Y, como casi siempre, los dioses de la comunicación le castigaron con el olvido. Si el mensaje es el medio, el mensajero lo es mucho más aún. Y García pasó a no ser nada sin un medio en el que expresarse. Y, desde entonces, comenzó a convertirse en un juguete roto.
La semana pasada volvió a ser noticia. Como cada seis meses. Cada ese tiempo, más o menos, García se asoma a algún medio en plan niño malo, dice alguna barbaridad y presume de que tiene tres o cuatro ofertas para trabajar. Lo que pasa es que siempre se lo está pensando.
Ahora, al parecer, es verdad que Pedro J. Ramírez le ha llamado para esa televisión experimento que tiene en sus manos y que se llama VEO7.
Como no sabe qué hacer con ella, busca y rebusca entre sus recuerdos a quien pueda hacerle crecer en audiencia. Y, entre sus recuerdos, estaba García. Ya no es nadie pero aún puede decir alguna que otra barbaridad-gracieta y subirle la audiencia. Allá él. Terminará pagando su falta de imaginación y esa recuperación de viejas glorias que ya no interesan a nadie.
Para empezar ya tiene una demanda de Florentino Pérez. Aunque a mí no me acabe de convencer esa acción judicial.
Y no por nada. Simplemente porque creo que es lo que quería García y Pedro J.
Pinocchio