jueves, abril 25, 2024
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La tregua y las armas

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Ya lo sabíamos. Para ETA, estar en tregua no significa renunciar a la violencia y menos aún pensar en su disolución.  De lo contrario, lo sabríamos. Sabemos de su empeño en seguir siendo “el” poder fáctico para la sociedad vasca, y que no ha desistido. Por ello, el que sus miembros vayan armados también en “tregua” no debiera sorprender. El Consejero de Interior, Rodolfo Ares, pide al brazo político de ETA que pugna por su legalización que “cumpla su palabra” y “rechace la última acción de ETA en Francia”. 

Más allá de confrontar a Sortu como si su rechazo al tiroteo de un gendarme por parte de un etarra fuera la prueba del algodón de su apuesta democrática se plantea la pregunta. ¿Cuál es el diagnóstico de nuestros gobernantes? ¿Es el de que  queda un reducto de terroristas que se resisten, pero que la mayoría, y su brazo político, estuviera ya en la hora del final?. A tal hipótesis parecería responder la declaración del lehendakari. La acción de ETA en Francia indicaría, en su opinión, “que hay terroristas que todavía se resisten a abandonar la violencia”. Lo que hace suponer que parte del convencimiento de que la tregua es la antesala del final.

Entonces, para qué las dos lupas que van a esgrimir los dos gobiernos central y vasco “para impedir que nadie burle la ley “ en que las listas de Bildu (EA, Alternatiba e “independientes”), según escenificaron hace unos días Ares y Rubalcaba en Vizcaya. Y para qué lupas (Daniel Portero reclama un microscopio) , si el portavoz del PSE en el Parlamento Vasco ha reconocido que los socialistas vascos están “probablemente” más cerca de los votos discrepantes en la sentencia del Supremo, o sea, de quienes se pronunciaron en contra de las “ilegalizaciones preventivas”. 

Por lo demás, a Sortu no les resultará difícil responder al emplazamiento de Ares. Rechazar, que no condenar, está tolerado, no supone para los terroristas una declaración beligerante. Nada que ver con la apuesta de Aralar, cuyo nacimiento desgajado de la formación proetarra suscitó la especial virulencia en los terroristas. Entendieron que incidían en “la falsa división entre la izquierda ‘abertzale’ democrática y la izquierda ‘abertzale’ violenta» y les acusó de dar paso al «despiadado ataque de sus enemigos». Se entendía claro.

Y mientras llega el análisis de Sortu, Bildu “rechaza el incidente acaecido” en Francia, en un lenguaje que recuerda más a los ilegalizados que al partido que fundara Garaikoetxea y a la escisión de IU/EB. Bildu emplaza a los gobiernos español y francés mientras rehúye cualquier emplazamiento a ETA y afirma que “el proceso continúa adelante”, que el alto el fuego de ETA “sigue en vigor”.

Las asociaciones de víctimas fueron respaldadas por una amplia representación del PP, de UPN y de UPyD. Los gritos de los manifestantes contra miembros del Gobierno sirvieron a los medios pro gubernamentales para transformar su lema “Por la derrota del terrorismo; ETA fuera de las elecciones” en una mera marcha contra el Ejecutivo. Algunas crónicas mostraron una faz casposa de sus asistentes: “Rondan la cincuentena”, “se declaran votantes de derechas”, “cacarean mensajes de odio hacia el Gobierno”, dice “El País”. Menos mal que algunos miembros del Ejecutivo –compañeros de otros socialistas asesinados- reafirmaron su respeto a la manifestación de las víctimas. Ellas conocen muy bien los efectos de la legalidad de un partido afín a ETA que ha estado presente en las instituciones durante 25 años.  No es de extrañar que no quieran a Sortu (o similar) mientras ETA conserve las pistolas.    

 

 

 

 

 

Chelo Aparicio

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