viernes, abril 26, 2024
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El asesino y la falta de templanza

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Arkaitz Goikoetxea le cuenta al juez Garzón y a la fiscal Dolores Delgado, según hemos sabido ahora, los asuntos propios de su empleo como jefe del comando Vizcaya. Como si tal cosa viene a decir: Aquí en el zulo guardamos este polvo de aluminio, nitrometano, un poco de pentrita, algo de nitrato amónico, munición, unas jeringuillas para “tranquilizar” al concejal que iban a secuestrar, ¿a secuestrar? pregunta el juez. Sí, a un concejal de Éibar, socialista, y para ejecutarlo. Claro está. Ahí lo hemos visto, sujeto a todo tipo de torturas criminales, arrastrando la voz con dificultad por los golpes, implorando piedad y misericordia. O a punto de pedir un piti, quién sabe, comentando los rigores de una buena alubiada, no sé, pues ya es bien sabido que la visión de los vídeos policiales es a veces tremendamente engañosa, y uno no termina de dilucidar con claridad cuánto es el miedo que puede alimentar la imaginación febril de un empleado de Cheroki, el conocido jefe de la tribu, enfrentado a un juez.

Claro que él mismo ya nos advertía de lo insólito de la situación, “No sé si lo voy a encontrar – el zulo que andan buscando, según las imágenes-, es una pala verde con mango nuevo”. La verdad, si el hombre se encuentra bajo el influjo del miedo a “los golpes en la cabeza” es normal que sea tan preciso en el detalle del contenido encontrado y en la confesión de sus malvados planes. Pero lo que pasa es que esta banda se ha convertido en un esperpento, en una mancha borrosa sobre su propio expediente de espanto, son un sarcasmo, una malformación, una degradación genética, una alteración bioquímica: un estercolero de pandilleros con complejos, ganas de matar, y psicopatía agudizada por una previsible mala alimentación de comida basura y los efectos colaterales de la evolución sobre sus cuerpos castigados por el infortunio de una falta de lucidez congénita. Y unos asesinos, no lo olvidemos.

Y como son unos asesinos, me preocupa que en plena situación de autodestrucción, en plena angustia por la represión policial y la agudeza de la presión política liderada por el Gobierno y la sociedad vasca, el PP haga tan visible su temor a Rubalcaba y su previsible futuro al frente del PSOE, hasta el punto de “asociarlo” a los criminales tal y como ha hecho la portavoz popular en el Congreso, siguiendo la estela enfermiza de otros veteranos sospechosos habituales.

Si bien es cierto que la prudencia no es una virtud teologal de las que, junto con la gracia, nos muestran el camino de la rectitud, no es menos cierto que sí es una virtud cardinal, al buen entendimiento de Platón, que ya nos señaló en la República que ésta proviene del uso de la razón, al igual que la templanza, que no es más que lograr que la razón anule los deseos. Y por actuar sin atender a la fe y a la sabiduría, los muy poco prudentes, habituales y clásicos dirigentes del PP, habrían impregnado la escasa prudencia y, sobre todo, la falta de templanza en la portavoz Sáez de Santa María, de la que sabíamos de sus ánimos por elevarse en la tribuna del Congreso, pero de la que desconocíamos su facilidad para bajar a las simas de la agresión verbal, el insulto gratuito y el soberano desprecio a la necesidad y el interés general, que consiste, antes que nada, en acabar con ETA, y no con el ministro que lo está consiguiendo. Por mucha rabia electoral que dé.

Rafael García Rico

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