Terminó la semana. Otra semana negra para el PSOE. El fantasma de la sucesión y de la incertidumbre sobre el momento en el que el presidente anunciará que no se presentará en las siguientes elecciones generales, han descolocado a dirigentes y candidatos. Todo empezó el sábado pasado- todo lo de esta semana se entiende- con la celebración de un Comité Federal en el que la noticia no eran las candidaturas aprobadas sin mayor inconveniente – a pesar de que el “asunto Madrid” podía haber provocado alguna tensión-, y con la extraordinaria unanimidad interna que quedó, muy lamentablemente inadvertida porque Zapatero pidió la palabra.
Como en la “Autobiografía de Federico Sánchez”, que se construye narrativamente a partir de una reunión del Comité central del PCE en el que Dolores ha pedido la palabra, los socialistas tuvieron que mantener la tensión para conocer el desenlace – que dirá el líder-, no durante más de doscientas páginas sino durante al menos veinticuatro horas. Y aunque la reunión careció de contenido político adicional alguno a las listas, la intervención del Presidente no aplacó la incertidumbre sobre su futuro – y por tanto del de todos los allí reunidos y, mucho me temo, que de todos nosotros- y durante toda la semana ha sido el objeto de conversación y comunicación del PSOE.
Para saber que va a decir la Pasionaria en la obra de Semprun hay que leer el libro hasta la última línea en la última página. Y puede que aquí, en nuestra realidad actual tan poco literaria, vaya a suceder lo mismo, y que, por tanto, para conocer el desenlace de esta obra trágica de nuestro tiempo haya que esperar hasta el último minuto posible.
El drama político para el PSOE terminará por no ser tanto su descabezamiento en el liderazgo como la forma en que éste se va a producir, la letanía tediosa de su anuncio, la fatiga de ver colocarse y recolocarse a los segundos y terceros en el escalafón.
No sé si la solución serán las primarias – un gran ejercicio de democracia interna – o la solución debe ser un duro e indiscriminado ataque de madurez entre sus dirigentes para darse cuenta de que entierran con sus rumores, sus certezas y sus angustias entre tanta batallita, cualquier posible expectativa de contar con la confianza electoral de alguien que no sean ellos mismos.
Este pasmoso suicidio colectivo, tan lento como arrogante, acaba con las esperanzas de quienes creemos que hay salida por la izquierda, que hay valores y principios esenciales para contribuir a mejorar nuestra sociedad que están en la fuerza electoral de la izquierda, y que el futuro puede ser mejor para todos, más justo y equilibrado si el PSOE se muestra como una opción política con capacidad para entender los sentimientos de la gente, atender a sus preocupaciones y responder a sus inquietudes, sin otros miramientos que a todos nos importan un bledo o asuntos internos más propios de un telefilme policial que de la política necesaria que España reclama.
Si bien es cierto Blanco sigue manteniendo vivo el discurso político con la energía que le caracteriza, y Rubalcaba ya ha sido dado de alta para bien de él, sin duda, pero desde luego para satisfacción de todos si vuelve con su empuje dialectico y su inteligencia política, el PSOE necesita con urgencia que otros de mucha capacidad, fuerza e inteligencia nos animen a confiar en que la nave sigue pudiendo llevarnos a buen puerto.
Conviene, pues, que el domingo sirva para reflexionar con serenidad y el próximo lunes comiencen la semana con las virtudes públicas oportunas que, al menos, disimulen los conflictos privados.
Rafael García Rico