viernes, abril 19, 2024
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Rubalcaba en acción

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Se acercan las urnas de mayo y el vicepresidente primero del Gobierno, hipotético sucesor de Zapatero, diseña la estrategia electoral. Lejos de la “tensión” que en su día recreara el líder socialista para galvanizar el voto contra la derecha, Rubalcaba aboga por construir el “sí” (frente al “no del PP”) “y con todos”. “La gente espera de nosotros algo más que  insultar a Rajoy”, ha dicho.  La confesión de parte (haberlo hecho hasta ahora) refleja un giro discursivo sobre la estrategia seguida: el presentar al principal adversario como el de la “derecha extrema”.

Descartado, pues, el “dóberman” que sale a pasear de cuando en cuando,  es de esperar que el debate se sitúe en la discusión de argumentos, por agria que sea, y en el saludable cruce de opiniones sobre lo gestionado por Zapatero y lo que propone el PP.  Que los tópicos manidos sobre el adversario sean de otro tiempo.  Quia. Es lo que ha propugnado Rubalcaba en Extremadura, junto a su amigo Guillermo Fernández Vara.

¿Es una rectificación o mera estrategia?  En su nueva función,  a Rubalcaba le estorban los radicalismos. Ya lo hizo en la comisión de control en el Congreso, al acallar bruscamente los aplausos de sus filas mientras contestaba a  la dura andanada del diputado Gil Lázaro.   Apresado en el Faisán, y en pleno debate sucesorio, el antaño estilete de la “derecha”, que esgrimió sin contemplaciones la acusación de mentir al Gobierno de Aznar en las jornadas traumáticas del 11-M, reclama hoy a los suyos calma y juego limpio.  La situación comprometida en la que se encuentra resta credibilidad a este giro aunque sin duda le resulte eficaz. 

“Los ciudadanos no se merecen ver a los dos grandes partidos sacudiéndose a estacazos”. Es la nueva frase de Rubalcaba. Conforme con su copyright: “España no se merece…” el  institucional Rubalcaba prefiere otra estrategia.  Su supervivencia reside en encajar con más tino del que ha mostrado en sus últimas comparecencias ante los sucesivos envites.  Y, para que sea creíble, el giro tiene que ser prudente.  Por eso, aunque desenfadado,  sostiene la aversión al “ser” de derechas, el partido de la “desconfianza” y “de los malos rollos”; el partido del “no”,  y de “la vagancia”,  pero que ya no precisa del apelativo de “extremo”. Quiere, dice, un terreno no embarrado.  Es seguro que sabe del hastío ciudadano por el tan pobre “y tú más”, pese a que no existe opinión pública capaz de exigir dimisiones y sí en cambio recrea las imputaciones aunque ya hubieran fallado los tribunales.  Hastío ante el insulto sin consecuencias y ante los actos sin dimisiones. 

Y en su nuevo perfil, le es más rentable su función institucional en la noche de la crisis aérea que encelarse en la “derecha extrema”. Le va mejor su discurso de firmeza contra el terrorismo que mostrar una complicidad contra el PP por su negativa a la legalización de Sortu;  el encajar con estoicismo las preguntas del Faisán que achacar al PP la intención de no querer acabar con el terrorismo. Le va mejor, en fin, defender que los españoles no quieren ver a los dos grandes partidos a garrotazos que portar una estaca. Le va mejor.

 

Chelo Aparicio

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