martes, abril 23, 2024
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Berlusconi

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Tras una manifestación en la que una multitud de mujeres protestaba contra las indignidades de su primer ministro, Silvio Berlusconi, una juez de Milán ha decidido que sea juzgado el próximo mes de abril por una sala, también compuesta por magistradas, acusado de prostitución de menores, cohecho y abuso de poder. El espectáculo de Berlusconi es lamentable desde todo punto de vista. A estos episodios de machista grosero (convertidos ahora en una grave acusación) se añade el más vergonzoso comportamiento político: las trabas constantes a la actuación de la Justicia –que ha tenido que soportar un itinerario tremendo para poder procesar al primer ministro-, el enfrentamiento con el presidente de la República y con sus socios encabezados por Fini, el gobierno atrabiliario, el estrafalario decretazo para una “federalización” impuesta por el único apoyo que tiene su partido: la populista Liga Norte, el uso inaceptable de los medios de comunicación, las trampas siempre en beneficio de una supervivencia que debería terminar cuanto antes. No será fácil que la oposición, como acaba de pedir de forma unitaria, logre su dimisión y la convocatoria de elecciones, pero no se puede negar que es una petición avalada por las más elementales exigencias éticas.

Era difícil adivinar que todo el cúmulo de extravagancias de Berlusconi y sus dudosos comportamientos iban a terminar de este modo triste que compromete la imagen y el futuro inmediato de Italia. Un italiano, Croce, inventó para referirse a Mussolini una palabra que podía designar su Gobierno, “onagocracia”, el gobierno de los asnos salvajes. Ahora parece inventada para Berlusconi y los suyos.

Uno se pregunta si las relaciones políticas con Berlusconi (las gubernamentales del presidente Rodríguez Zapatero bilaterales y en el Consejo Europeo y las del PP en las organizaciones ideológicas que comparten) no pueden compaginar el respeto institucional con la manifestación de la distancia y el rechazo que estos comportamientos exigen. Un gesto, al menos un gesto –que es un movimiento con sentido- se agradecería ante este espectáculo vergonzoso.

Germán Yanke

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