Una de las últimas encuestas propuestas a los lectores de Estrella Digital se planteaba si el caso Gürtel pasaría factura a Esperanza Aguirre en las Elecciones Autonómicas y Municipales en la Comunidad de Madrid. Los resultados no dejaban lugar a dudas: el 19,09 por ciento opinaba que SÍ y un abrumador 80,91 era partidario del NO. A Aguirre no le afectan los casos de corrupción de altos cargos en el partido que ella preside. Su fe ciega en algunos de estos personajes y las operaciones que se traían entre manos, desoyendo avisos certeros de sospechas, como es el caso de Arganda del Rey, no debería ser eximente de su responsabilidad política.
Pero no es por lo único que habría que poner en cuarentena su gestión en el PP y al frente del ejecutivo madrileño. En ambos escenarios ha tenido sentados a su vera a personajes acusados de ser corruptos. Como mínimo cabe decir que tiene muy mal ojo para elegir a sus hombres de confianza.
Por otro lado, y en lo que se refiere a su labor de gobierno, según destacados analistas y conocedores de la actualidad madrileña, basta poner como ejemplo la sanidad y la enseñanza pública, los servicios sociales y las políticas de empleo y, por acotar un caso concreto, Telemadrid, para llegar a la conclusión objetiva de una pésima administración.
Sin embargo, ¿qué poder de atracción tiene esta mujer para que los escándalos le resbalen y el desgobierno no le afecten?
No puede pensarse que los votantes del PP en Madrid estén narcotizados por Esperanza Aguirre, pero tampoco puede entenderse la nula capacidad de crítica ante casos que merecen que, como mínimo, merecen una reflexión. Todo lo contrario de lo que ocurre en los caladeros de votos socialistas, donde nunca hay nada seguro. No deja de ser digno de análisis que mientras los militantes y votantes del PSOE se achantan y se desaniman ante la adversidad, y la adversidad no es otra en este momento que Zapatero, los del PP en situaciones similares o ante casos de corrupción como los ocurridos en Madrid y Valencia o, incluso, ante guerras fraticidas como la de Aguirre y Gallardón, cierran filas, se tapan la nariz y acuden a votar como “un solo hombre”.
Si el Gürtel de Madrid no parece que vaya a tener consecuencias electorales, menos las tendrá en Valencia donde tratan de limitarlo a “cuatro trajes”. Y no son solo cuatro trajes, es la predisposición del presidente Camps a aceptarlos, con mentiras antes de reconocer la verdad, y decenas de millones de euros repartidos entre unos cuantos “amiguitos del alma” gracias a relaciones privilegiadas.
Si todo esto no hace pensar a los votantes del PP de Madrid y Valencia, ¿qué puede hacerlo?
Esa es la diferencia con los socialistas; enseguida se espantan y más en estos tiempos en los que deben sobreponerse a Zapatero.
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Al menos en Madrid la contaminación ha comenzado a desaparecer gracias a las medidas adoptadas por Gallardón y Ana Botella, concejala de medioambiente. Sus rogativas a San Isidro han dado resultado y nos espera lluvia y viento en los próximos días que se llevarán la “boina” de polución.
¿Alguien dudaba de que no se iban a tomar cartas en el asunto
Editorial Estrella