viernes, abril 19, 2024
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Las cosas claras

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De todos los argumentos expresados en favor de la relegalización de Batasuna destaca por rotundo el apriorismo de que su ilegalización suponía una excepcionalidad democrática, lo que recordado ahora, obligaría a los tribunales a subsanarla con los nuevos estatutos de la formación política. Hay otros, como los que subrayan que no sería necesario el arrepentimiento de su pasado para ser legalizado, pero sin duda el primero incide en la línea de flotación de lo que ha sido la lucha  contra el terrorismo. 

Porque si se trata de analizar el pasado y lo que dio lugar a la ilegalización, el aserto aplicado a la excepcionalidad democrática vierte un manto de olvido hacia la limpieza ideológica practicada por ETA, principalmente desde 1995, si bien, las distintas facciones de la banda mataron a 13 políticos antes de que iniciaran su campaña de “socializar el sufrimiento” con la vida de Gregorio Ordóñez. 

Porque entonces, la convivencia en los Ayuntamientos, diputaciones, juntas y Parlamento de Vitoria de quienes fueron asesinados con quienes se negaron a condenar el exterminio de sus adversarios suponía, eso sí, la más grave excepcionalidad en la Europa democrática, que un día fue subsanada por la acción política y la determinación de la Justicia. Este martes se conmemoraba el octavo aniversario del asesinato del militante de “Basta ya”, Joseba Pagazaurtundúa, socialista, cuya condena fue negada en su propio Ayuntamiento de Andoain, gobernado por Batasuna (EH).  Claro que también era limpieza ideológica la larga cadena de atentados contra policías, guardias civiles, ertzainas, empresarios, jueces y periodistas, hasta completar la lista de 857 víctimas. 

La vieja Batasuna reitera su negativa a revisar su pasado y se muestra contumaz en la pretensión de alcanzar la legalidad, incluso si en esta ocasión no llegaran a cumplir todas las de la Ley. Pero esa misma obstinación resta credibilidad a un imaginado cambio de valores y refuerza su objetivo prioritario de alcanzar las urnas.

Dicen quienes este martes tomaron el relevo a las viejas caras de Batasuna –profesores, sindicalistas y administrativos de la nueva marca Sortu– que son completamente nuevos, y que rechazan  “sin ambages” la violencia, “incluida la de ETA”.  Subterfugio de la condena: el añadido, sobra. Eran nuevos pero comenzaron negando las preguntas  en la rueda de prensa.  El viejo truco.

Chelo Aparicio

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