jueves, abril 25, 2024
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Auscultar siete muertes sin denuncia

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2010 dejó 73 mujeres muertas, el mismo número de familias destrozadas, 40 niños huérfanos. En 2011 ya han sido asesinadas siete mujeres, siete puntas de iceberg donde los medios nos fijamos, siete días de los que, en el lento proceso del maltrato a la muerte, no pudieron salir. Según la Real Academia, salir es sinónimo de surgir, brotar, emerger, saltar. Para empezar por ahí lo primero es la denuncia, un paso que no dio ninguna de las mujeres de nuestro particular Ciudad Juárez de enero. No cabe cuestionar por tanto si funcionó la ley integral. No se activó. Pero si ninguna accedió a la Justicia, ni acudió a la policía, algo más grave pasa.

Algunas de las mujeres que viven en centros de acogida, las que van recuperando la voz mientras salen del calvario, se quejan de que los medios no hacemos del todo bien nuestro trabajo. Para empezar preguntamos mal. Ante la cuestión casi inconsciente del ¿cómo lo aguantabas?, una responde “- ¿Cómo? No me preguntes eso, dime cómo salir”. “- ¿Cómo? Te vas hundiendo más mientras él se hace más fuerte”, susurra otra mujer. Se escuchan sus voces en un especial de radio desde uno de los centros donde se refugian. A su lado hablan policías, fiscales, responsables del Gobierno, directores de cine, especialistas… Nadie cómo ellas para dar en el clavo en cada frase.

El problema, dicen, es la desinformación de raíz. No sabemos qué sienten, qué han padecido, qué supone amanecer y activar un sólo mecanismo por el cual su pareja no se enfade. La contribución inicial de los medios fue sacar el maltrato al espacio público. Ahora reclaman que no sirve informar de cualquier modo. Un ejemplo. “El foco siempre se pone sobre la víctima. Hablemos de cómo es el agresor, qué hace, su nombre y apellido, en qué trabaja. Es una persona normal, pero es un asesino, contémoslo”. La equidistancia no siempre es periodismo. “La versión de los terroristas no tiene sitio en los medios, ¿por qué dar cabida a los maltratadores?”, se preguntan.

Luego está el eco mediático a la retahíla de las denuncias falsas, asunto recurrente para desacreditar la ley que acaba haciendo mella. El número de mujeres que acuden a la policía, a un juzgado, a familiares, testigos, centros, psicólogos, médicos para fingir un maltrato es mínimo. En el caso de las mujeres extranjeras, una acusación falsa supone la expulsión del país, de manera que frena también a las que temen no poder demostrar los golpes, los gritos, los insultos.

Hay una crítica más grave, la actitud de los jueces. Ana María Pérez del Campo montó hace diez años una casa de acogida. Con la experiencia de tantos maltratos no puede ser más clara: “Nosotras hemos tenido una gran satisfacción con la Fiscalía de Violencia, que ha defendido caso por caso, pero no podemos decir lo mismo de los jueces”.

Los datos auscultan el silencio que no rompe en denuncia, sirven para saber dónde se falla. El 30 por ciento de los 73 asesinatos de 2010 no había acudido a la policía por malos tratos y el 12 por ciento de las mujeres retira la denuncia o no quiere continuar con el proceso. Unas 95.000 mujeres cuentan ahora mismo con alguna medida de protección, 33 en situación de máximo riesgo. Hay casi 2.000 policías especializados; 106 juzgados exclusivos de violencia de género; 358 juzgados compatibles. 9.000 mujeres usan el teléfono de atención y los jueces han impuesto más de 500 pulseras.

Hay que mejorar, por tanto, algunas cosas que fallan. Lo dice Isabel Llinás, directora del Instituto Balear de la mujer, excelente profesional y víctima en primera persona de malos tratos, apunta cómo hay que reforzar el acompañamiento a las víctimas a poner la denuncia, un momento crucial, observar la retirada de acusaciones, la falta de coordinación entre estamentos, o que una señora acuda a un juzgado, tenga un juicio, una sentencia y una orden de alejamiento que el agresor incumpla y no le pase nada.

Al tiempo que encerramos en la cárcel a los maltratadores, educamos a otros. Mientras 5.000 hombres cumplen pena en España por este motivo, en el discurso que trasciende a la opinión pública hay numerosos académicos, escritores y periodistas, en programas de televisión, columnas y tertulias de radio, que no cesan en denigrar a las mujeres. De ahí a minimizar la violencia machista hay pocos pasos. ¿No querrán ejemplos? Con las mismas formas que Berlusconi los hay a cientos, por semana.

Pilar Velasco

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