sábado, abril 20, 2024
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Sinde 2.0 (el retorno): mentirosos, oportunistas frikkies y caraduras

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Reconozco que comenzar con una autocita me puede situar en las cercanías de alguna de las categorías que se incluyen en el título, pero cuando he analizado la reforma gracias a la cual ha salido adelante este engendrillo normativo pomposamente calificado como Ley y apellidado como la ministra del ramo (o de la copa, según se mire) y he constatado lo poco que las cosas han cambiado en lo esencial, no he podido evitar la relectura del artículo que publiqué en esta tribuna el día 15 de enero de 2010 y, como el actor de la película argentina, mascullar para mis adentros “Odio decir te lo dije… pero te lo dije”.

El remake que perpetró a principios de esta semana la mayoría parlamentaria con base en el mismo guión original de la ministra no es más que una meliflua y descafeinada adaptación realizada sobre la idea de que el público es mayoritariamente necio, con la intervención estelar de las cuatro tipologías de personajes referidas en el título.

Mentirosos: todos aquellos, empezando por la ministra (MENTIRAS Y GORDAS) que nos han intentado colar una burda trampa de guión para hacernos pensar que la película iba sobre la necesidad de renovar la regulación legal en materia de propiedad intelectual, especialmente a la luz de los nuevos desarrollos en las tecnologías de la información y comunicación, cuando realmente la trama versaba sobre cómo establecer un sistema a medida de aplicación de la legalidad para una casta divina que, al parecer, no se puede rebajar a acudir a los tribunales de justicia por los procedimientos y cauces que utilizamos el resto de los ciudadanos. El truco de guión es zafio y tosco, pero algunos se lo tragaron en la versión inicial y hasta la escena final de esta secuela, como Bruce Willis o como Nicole Kidman, no se darán cuenta de que los muertos son ellos, no los otros.

Oportunistas: Los representantes parlamentarios del PP y de CIU, que aprovecharon en su día un determinado estado de opinión ciudadana para tumbar una pésima iniciativa del gobierno y que ahora, con unos efectos especiales propios de las peores series B de los sesenta, nos quieren hacer ver que han reconducido las cosas por la senda de la cordura y la sensatez. Son demasiado evidentes los decorados de fondo (como en Marnie la ladrona) y a los superhéroes se les nota el relleno con el que simulan músculo político. El gobierno sólo quería establecer un procedimiento VIP para que un lobby próximo a la ministra tuviese una administración de justicia a medida y sin jueces y la oposición se ha limitado a aguar un poco los licores de este club privilegiado, dejando de lado el elemento esencial, que es la necesidad de actualizar nuestro sistema legal en materia de derechos de autor. Aquí también se ha colado en un cameo de última hora ese magnífico director que es Álex de la Iglesia, que ha aprovechado que el Pisuerga pasa por Cervera y se ha quitado de encima el marrón de presidir una Academia manifiestamente mejorable arreando al tiempo para un puñetazo con efecto sonoro tipo Bud Spencer al villano de todas las cintas de la saga de los abajofirmantes, o sea al PP, que juega el papel del resignado coyote.

Frikkies: Los malos actores, unos con larga tradición de fracasos en la pantalla y otros recién llegados a la industria que han tratado de sacar ventaja de que alguien financiaba esta ominosa producción para buscar sus quince minutos de gloria. Desde los autoproclamados creadores, que se atribuyen el monopolio de un talento del que claramente no han tenido siquiera remota noticia cuando leen con fruición solapas de libros, hasta los representantes de los internautas, grandes maestres de un universo heterogéneo al que se atribuyen los rasgos más histriónicos de la minoría visible en la blogosfera. Los dos extremos tratando de arrinconar a la gran mayoría de los ciudadanos. Intentando ignorar que ni la creación artística ni el uso de la red son patrimonio exclusivo de ninguna casta. Pretendiendo obviar que todos somos potenciales autores de una obra artística o literaria, de mayor o menor entidad, y que todos utilizamos, con más o menos intensidad, cualitativa o cuantitativa, las tecnologías de la información. Ambos grupos sirven al final de modo eficiente a la causa de los mentirosos y los oportunistas, en beneficio de los caraduras.

Caraduras: Los verdaderos malos de la película, cuyo rostro apenas vemos. Esos que sueltan risotadas tras un enorme sillón de espaldas a la  escena y de los que sólo se nos muestra la mano viscosa que acciona los resortes del mal. Los que aprovechan la pelea montada en el bar, el tiroteo indiscriminado entre las dos aceras en el que se han enzarzado los frikkies, los oportunistas y los mentirosos, para tomar el control del pueblo con su propia banda de mercenarios, que administrarán justicia sin procedimiento ni garantías, incluso en los casos en los que tengan razón. Los que han conseguido que una comisión de amiguetes tengn en su mano la posibilidad de cerrar un sitio web por un procedimiento top exclusive que al común de los ciudadanos se nos niega, remitiéndonos al cauce general y aún así les parece poco. Como seguramente creen que exagero, les voy a ofrecer dos trailers con unos diálogos que no tienen desperdicio:

Antonio Guisasola, presidente de Promusicae: » El problema que veo con los plazos judiciales es que los jueces ya tienen plazos para las sentencias y no se cumplen nunca, desconfío que lo vayan a hacer en este caso. El hecho de tener que pasar por un juez de primera instancia va a dispersar el proceso, porque habrá que tratar con jueces distintos dependiendo de la zona. Unos serán más rápidos, otros más lentos… con la comisión ya había garantías de que fuera ágil y homogéneo».

Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España: «Los jueces tendrán que ponerse las pilas».»Que haya más garantías jurídicas nos parece bien si eso tranquiliza a la gente, eso sí, siempre que no vayan en perjuicio de la celeridad. Nuestro sistema judicial no es lento, es ultralento. Los jueces tendrán que ponerse las pilas porque una justicia demasiado lenta termina siendo injusta. Si son dos días y se especifica que improrrogables con vista oral, bien. Si son 20 y no se especifica nada, serán 60 en nuestro sistema. Todos los excesos terminan produciendo el efecto contrario del que buscan. También el exceso de garantías. ¿Para qué quieres que te den la razón después de muerto?».

Así que al final se trataba simplemente de eso. De que un grupo de presión determinado exige y obtiene del gobierno un procedimiento excepcional para resolver un problema cierto de vulneración de la legalidad. O sea que igual la solución no pasaba por hacer una ley especial para cerrar páginas web, sino en poner los medios necesarios para mejorar el funcionamiento de la administración de justicia. Pero claro, eso sería como invitar a todo el público a la gala de los Oscar, quitando todo el glamour al aquelarre de la secta.

Sinde 2.0 (el retorno) ha resultado ser el paradigma de esas malas películas del cine español, en las que la conspiración sustituye al talento y el sitio del arte lo ocupa la ayuda pública, dando lugar a una concentración de personajes tan lamentable como la que hemos relatado. Y al igual que en las malas películas del cine español, las víctimas últimas de tal despropósito no se limitan a los ingenuos que compraron la entrada impactados por el cartel del vibrante debate de internet, sino a la totalidad de los españoles que, al igual que hacemos con las peores obras de nuestro celuloide, acabamos subvencionando esta farsa con nuestros impuestos.

Para cerrar, dos mensajes. A los “creadores”, recordarles que quien fabrica una silla estupenda no debe dinero a todo el que alguna vez haya fabricado una silla (Mike Zuckerberger en La Red Social). A los “internautas”, que internet no se escribe con lápiz sino con tinta (Erica Albright, en la misma película).

Juan Carlos Olarra

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