sábado, abril 20, 2024
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Hu Jintao se topa con la prensa libre

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Los derechos humanos tienen algo que simplemente no tiene traducción al idioma del Presidente chino Hu Jintao.

El Presidente Obama le dispensó el tratamiento de cena de estado entero que el Presidente George W. Bush le negó hace cinco años – pero a cambio, Hu tuvo que superar una rueda de prensa, cosa que se había negado a hacer cuando Obama visitó China. Para un dictador represor, enfrentarse a una prensa libre es un panorama más o menos tan placentero como asistir a la ceremonia de imposición del Nobel de la Paz.


Tras las declaraciones de apertura de los líderes llenas de palabrería sobre cooperación bilateral, Ben Feller, de Associated Press, se levantó e hizo una pregunta valiente y enérgica.


«¿Podría explicar al pueblo estadounidense cómo puede ser Estados Unidos aliado de un país conocido por tratar tan mal a su población, por utilizar la censura y la fuerza para reprimir a sus habitantes?» preguntó a Obama. Y a Hu: «Me gustaría darle la oportunidad de responder a esta cuestión de derechos humanos. ¿Cómo justifica la trayectoria de China, y cree usted que es algo que competa al pueblo estadounidense?»


Obama respondió. El traductor tradujo. Todas las miradas se posaron en Hu – que no dijo nada.


En su lugar, se volvió a una mujer de la Televisión Pública de China — la cadena estatal que responde ante el departamento de propaganda del Partido Comunista — que le echó un capote sobre «amistad y entendimiento mutuo».


Pero el siguiente periodista, Hans Nichols, de Bloomberg, dio una lección de libertad de prensa a Hu. «En primer lugar, mi colega le hizo una pregunta sobre derechos humanos que usted no respondió», advertía el desgarbado reportero al hombre fuerte chino. «Me preguntaba si podemos lograr una respuesta a esa pregunta».


En Pekín, esa impertinencia habría encarcelado al periodista. Pero Hu no estaba en Pekín. Durante la traducción de la pregunta de Nichols, Hu sostuvo una mano abierta y sonrió, como si no pudiera entender a qué venía todo el revuelo. «A causa de un problema técnico de traducción e interpretación, no escuché la pregunta sobre derechos humanos», explicaba — falsamente, al parecer.


Fue un buen momento para la prensa estadounidense. Feller y Nichols exigían respuestas al presidente chino de una forma que Obama, limitado por el protocolo, no podría haber exigido. La prensa acreditada en la Casa Blanca se ha mostrado en ocasiones demasiado amable con Obama (recuerde la rueda de prensa lisonjera pre-Navidad), pero el miércoles, Obama y la prensa acreditada estaban justificadamente de la misma parte, poniendo de relieve los derechos de la gente libre.


Para la prensa, era la segunda vez en una semana que terminaba inesperadamente aliada con la Casa Blanca frente a las sospechas de extranjeros hacia las libertades estadounidenses. En la sala de prensa de la Casa Blanca la pasada semana, un periodista de la agencia estatal de noticias de Rusia ITAR-Tass daba lecciones al portavoz de la Casa Blanca Robert Gibbs acerca de los homicidios de Tucson, preguntando si demasiada libertad era la culpable. Los periodistas, aunque dedican sus días a discutir con Gibbs, apoyaron bastante su seca refutación del desafío del ruso.


El caso de Hu era aún más raro. Aunque tales actos se celebran normalmente con traducción simultánea (los líderes y los periodistas reciben auriculares), la delegación china había solicitado que el turno de preguntas de la rueda de prensa se tradujera consecutivamente, lo que lleva casi el doble de tiempo.


El motivo exacto de que los chinos pidieran esto no quedó claro — pero surgió una pista cuando Hu empezó a ser acosado a preguntas sobre derechos humanos. Después de que Feller le hiciera una pregunta y Obama respondiera, Hu echó un vistazo alrededor, señalando a su oreja; un ayudante se acercó y le susurró algo. Según una persona familiarizada con el tema, la pregunta de Feller – incluida la parte sobre derechos humanos planteada a Hu – se tradujo íntegramente al chino.


Hu, sin embargo, se hizo el sueco a esa cuestión en favor de la pregunta más matizada de su empleado en la televisión china. La suerte quiso que Hu viniera preparado para la pregunta y, en su respuesta, bajó la mirada para leer las estadísticas de sus notas.  


Y Hu tenía otro infiltrado esperando entre el elenco, un periodista de la agencia estatal de noticias Xinhuá. Pero antes de que Hu pudiera agarrarse a ese salvavidas, el micrófono pasó al bando estadounidense, donde Nichols exigía una respuesta a la cuestión de los derechos humanos. Esta vez Hu no podía decir que había problemas de traducción.


«China es un país en desarrollo con una enorme población y también un país en desarrollo en una etapa crucial de reformas», explicaba. «En este contexto, China se enfrenta todavía a muchos desafíos del desarrollo económico y social, y queda por hacer en China un montón en términos de derechos humanos».


No es de extrañar que a Hu no le gusten las preguntas: podría tener que darles una respuesta honesta.

Dana Milbank

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