viernes, abril 19, 2024
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Baby Doc vuelve a casa

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El regreso de Jean Claude Duvalier a Haití es un reflejo sarcástico del drama que vive ese país desde hace siglos y, aún más, desde hace un año. Enfrentado a un encuentro con la justicia nada más bajar del avión, Baby Doc ha desparecido en la isla como si se tratara de uno de esos personajes siniestros y misteriosos que su padre entretejió con las sombras del vudú. Y lo ha hecho coincidiendo en el tiempo con el anuncio de Arístide de querer volver al país. En la pendiente de la tragedia, las desgracias se amontonan mientras se rueda por ella.

Las elecciones han sido un desastre. Da igual si la comisión electoral dice una cosa o si la OEA dice otra. Los haitianos son víctimas de un sistema electoral, más bien de un sistema político artificial, falso y oportunista que se ha instalado como superestructura de una realidad socioeconómica lamentable por no decir, deleznable. Si. Deleznable por la responsabilidad que conlleva a la estrategia de las Naciones Unidas, la farsa de las naciones donantes y el espectáculo de la solidaridad transmutada en falsa caridad dominical.

La generosidad de un día es más un insulto que un apoyo. Y a Haití se le ha dejado hundirse en su habitual estado de destrucción social –más la física del terremoto- tras haber simulado un maratón solidario de unas escasas horas. Las justas para hacer negocio televisivo, maquillar la imagen de instituciones y empresas que, vestidos de misioneros, han mejorado la imagen de marca.

La república nueva necesita un esfuerzo de cambio real. Algo a lo que no están dispuestos los Estados Unidos, ni la vieja metrópoli convertida en Unión Europea, que la ha abandonado a su suerte. Sólo una transformación radical que subvierta un orden concebido contra las personas, un sistema de abusos y explotación sin límite, de miedo y de tirania, es posible iniciar el futuro de forma diferente.

La parodia electoral asentada sobre el hambre, el dolor, la enfermedad y el cólera no es sino un espejo del absurdo a dónde se dirige la nación. Y el regreso del hijo de francoise Duvalier, Papa Doc, no es más que la escenificación del imperio del horror unas veces absurdo, las más, terriblemente cruel.

Rafael García Rico

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