viernes, marzo 29, 2024
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El paro y el aborto

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Título en primera página del periódico El Periódico: “A Rouco le preocupa más el aborto que el paro”. Dicho a propósito de la intervención del cardenal en la Misa por la Familia celebrada en Madrid, en la Plaza de Colón, el pasado 2 de enero.

He aquí el caso: el aborto es un tema directamente conectado con la religión; el paro, a su vez, no es un tema religioso, sí importantísimo, pero no religioso. Bien, si los obispos hablan de un tema que no es religioso, es que se están saliendo de su terreno; si dejan de hablar, es que no les preocupa. El caso es pillarles en falta, aunque para ello haya que contradecirse y pedirles hoy lo que se les prohibió ayer. Pura coherencia, lógica irrebatible.

¿Quien ha provocado el paro? El Gobierno. Lo ha hecho concienzudamente, a base de negar la crisis, no tomar medidas, llegar tarde, ocultar la evidencia y verse desbordado por su propia ineficacia; de eso, a estas bajuras, se ha dado cuenta hasta el propio Presidente, que ya es decir. Y ¿cuáles son las consecuencias sociales del paro? Todas son terribles, y de cada una es responsable quien ha permitido que crezca y que desborde todas las previsiones. Algunas de tales consecuencias lo son a largo o medio plazo, otras a corto, una a muy corto: el no tener ni para comer. Y esta necesidad perentoria e inaplazable con la que se topan largas colas de parados ¿qué ha hecho el poder público para remediarla, no mañana, hoy, pues no es cuestión susceptible de esperar una semana? Alguien sí que ha hecho, y mucho: Cáritas. Es decir, Rouco; es decir, el Episcopado; es decir, los católicos de a pie; es decir, las muchas personas, empresas y organismos que han dotado a Cáritas de la iniciativa y los medios para dar de comer al hambriento. Pero a Rouco no le preocupa el paro.

Claro, no le preocupa, si por tal entendemos ponerse a dictar medidas económicas sabias y oportunas para reducir el déficit público, mejorar el tratamiento fiscal, crear empleo, reducir el gasto, estimular el ahorro, desarrollar los medios de producción, todo lo que los expertos reclaman a voces desde ya años -no meses, años- ante la pasividad de un Gobierno que ha anunciado varias veces que “éste año es el de la recuperación” y el del “cese del paro”, para ver que la contumacia de los hechos negaba lo que las voces monclovitas gritaban a los cuatro vientos. Nada de eso es función de los obispos; el paro atenaza a sus fieles tanto como al resto de la población, no hace distinciones, no sabe de creencias;  y Rouco -digamos, por decir un nombre- , por mucho que le preocupe, y le preocupa mucho, no puede resolverlo; sí aliviarlo, y eso lo hace de maravilla. Pero no le interesa el paro, así nos lo dicen, qué le vamos a hacer.

En cambio, le preocupa esa bagatela del aborto. Que no consiste en que un ser vivo pase una mala racha, sino en que un ser vivo muera. Un ser vivo, un ser humano: entérese,  Bibiana. Cuando se plantan semillas de pimientos, el nuevo ser que a partir de ellas empieza a generarse bajo tierra es desde el primer instante pimiento; no lagartija, no pirita; pimiento. Desde el primer momento es un pimiento; en vías de desarrollo, pero un pimiento. Y con los seres humanos ocurre exactamente lo mismo: son tales desde el momento mismo en que se genera un nuevo ser; un nuevo ser que ha de ser algo, y ese algo es “humano”. Se le puede exterminar, cierto, pero se extermina a un ser humano. Y eso se llama asesinato, le dé Vd. las vueltas que le dé.

No vale decir que la madre es dueña de su cuerpo. Primero, porque ya no es su cuerpo, sino otro ser vivo que está dentro de su cuerpo. Y segundo, porque no es dueña de su cuerpo. ¿Qué pasaría si la mujer se presentara en una clínica a pedir, dado que es dueña de su cuerpo, que le corten una pierna? ¿No es su cuerpo la pierna? Entonces, si es dueña de su cuerpo ¿por qué en la clínica no le harían caso y no se la cortarían? Dejemos la pierna y digamos una oreja; dejemos la oreja, un dedo; dejemos el dedo, ¿le arrancarían una uña? ¿Le exterminarían un riñón, que no se ve, o una costilla, sólo porque ella lo desea así y es dueña de su cuerpo? No es dueña de su cuerpo y, además, el feto no es su cuerpo, sino que está en él; no existe ningún derecho a exterminarlo, y la ley que lo permite es una ley criminal y el exterminio es un asesinato.

Cierto que de la presencia del nuevo ser en el seno de la madre se pueden seguir consecuencias importantes, que es necesario estudiar. Pero ninguna de ellas se resuelve diciendo que la mujer es dueña de su cuerpo, o que el feto no es un ser humano, ni dictando leyes superpermisivas, ni “educando” a los alumnos en las escuelas para acostumbrarles al crimen, ni beneficiando a las clínicas abortistas que acumulan en los cubos de la basura los cadáveres destrozados de niños que estaban ya para nacer y que mueren por puro egoísmo, puro capricho o pura ignorancia de su desgraciada madre. Y tampoco banalizando esa muerte, cuando lo más probable es que la mujer tenga luego que arrastrar durante toda su vida el trauma secreto y corrosivo de haber liquidado a su hijo.

Afirmar que a Rouco le preocupa el aborto más que el paro es una forma de incitar a los parados; a los abortados, la verdad, no se les puede ya incitar. Una jugada sucia, en fin de cuentas.

Alberto de la Hera

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