Rajoy, junto con la plana mayor del PP homenajeó este miércoles en Bruselas a Loyola de Palacio, mujer fuerte, alegre y decidida a quien la muerte sorprendió antes de tiempo. Este viaje le impidió al líder de la oposición acudir a Moncloa para rendir también merecido homenaje a los quince guardias civiles muertos durante el pasado año.
Ha sido en Bruselas donde Mariano Rajoy ha dicho alto y claro que él ha pasado página, que el asunto Cascos pertenece al pasado, que él está en el futuro y para ese futuro su apuesta asturiana es la que es. Así, sin una voz más alta que otra, es como Rajoy acostumbra a solucionar las cuitas internas. Ha tenido que sortear muchas y algunas muy difíciles. La de Cascos no deja de ser una minucia en comparación con las vicisitudes vividas en el PP ya desde antes del famoso congreso de Valencia.
Y es una minucia además porque el Rajoy de hoy no es el de hace cuatro años. Hoy acaricia, y no sin motivo, un claro triunfo electoral y, a efectos internos, su liderazgo se ha consolidado aunque, como ocurre siempre, unos le quieran más que otros.
Después de unos días de mucha espuma mediática, Francisco Álvarez-Cascos, político experto y seguro que buen candidato, tiene dos opciones: o volver sobre sus pasos y hacer la paces con su partido de siempre o bien, arriesgarse al máximo de los olvidos. La política tiene estas cosas. No basta con haber sido un buen ministro, un secretario general eficaz, tener predicamento en importantes bolsas de población. En política y sobre todo cuando se pertenece a un gran partido, el don de la oportunidad y medir con realismo las propias fuerzas es más importante que los méritos acumulados. Cascos, ahora sí y de manera muy clara es ya pasado y Rajoy ha pasado página. Aviso a navegantes.
Charo Zarzalejos