Dicho así, “Li” puede parecer una errata, pero no, Li es el número tres del Partico Comunista de China; es decir el número tres de un régimen para el que la libertad es irrelevante, y los derechos de sus ciudadanos algo innecesario, de manera que el Nobel de la Paz que también se llama Li está encarcelado por disentir del régimen y con una tranquilidad pasmosa le prohibieron recoger su premio. Además, naturalmente, está vigente la pena de muerte que se aplica sin piedad y sin garantía alguna, las mujeres no pueden tener los hijos que quieran y por decreto, por ejemplo, Dios no existe.
Li es uno de los máximos representantes de un gran país que ha descubierto—no todos sus ciudadanos, ni mucho menos—la opulencia, el dinero y como se han hartado de comer arroz quiere probar filetes de ternera y bocadillos de jamón. A base de jornadas de trabajo que rozan el esclavismo con salarios impensables, afortunadamente, en Europa, China ha despertado y hoy es una vigorosa potencia que ha comprado ingentes cantidades de tierra en África para garantizarse el abastecimiento de algunas materias primas, ha comprado enormes paquetes de deuda tanto americana
como europea y que cuando Grecia fue intervenida se apresuró no solo a comprar deuda sino a hacerse con más de una naviera y con varios negocios turísticos.
Li ha venido a España y nuestros empresarios se han chiflado con las perspectivas que ha dejado. Viaja también a Gran Bretaña y Alemania y, así, Li se pasea por la vieja Europa, cuna e inventora de la democracia y de los derechos humanos, como uno más del club de la libertad. Es lo que tiene el poder y el dinero, que parece taparlo todo, hacerlo todo bueno o cuando menos, irrelevante. Su brillo nos emboba y Li vuelve a su país con jamón ibérico y guitarra debajo del brazo. “Libertad, ¿para qué?”, se preguntará Li y con razón se responderá a si mismo, “para nada”. Nosotros y nuestro embobamiento, le facilitamos la respuesta. No es demagogia. Solo un lamento.
Charo Zarzalejos