sábado, abril 20, 2024
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El conflicto bélico del futuro

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Un momento incandescente para mí el pasado año fue escuchar a un experto chino en defensa en Shangai llamado Dingli Shen hablar acerca del futuro del conflicto bélico.

No, no estaba exteriorizando un imposible relativo a construir una flota capaz de defender la hegemonía marítima para desafiar la hegemonía estadounidense en el Pacífico. Más bien hablaba de la irrelevancia de la hegemonía terrestre y marítima tradicional en la era de combate que se inicia, en la que el armamento incluye ciberataques, armamento espacial, láseres, pulsos electromagnéticos y rayos de microondas.

Shen, que imparte clase en la Fudan University, equilibraba la opinión de ciertos analistas chinos de que Pekín debe suscribir el evangelio de Alfred Thayer Mahan, el misionero estadounidense de la hegemonía marítima en el siglo XIX. Mahan está desfasado, decía: Con un láser disparado desde el espacio, «cualquier embarcación será calcinada». El futuro de China no está en competir por construir formaciones de batalla encabezadas por portaviones, aduce Shen, sino en el armamento avanzado «que haga que las otras cadenas de mando dejan de servir».

Los comentarios del teórico chino insinúan una tendencia que no apreciará al ver la cobertura informativa de los soldados estadounidenses en Afganistán. La naturaleza del enfrentamiento bélico se aproxima a otro «punto de inflexión» causado por el avance de la tecnología. Igual que la pólvora, los cañones pesados, los aviones, los proyectiles y la capacidad nuclear alteraron el aspecto del enfrentamiento, la nueva generación de armamento que se encuentra en los tableros de diseño también lo hará, no sólo en América sino en China, La India y el resto de países tecnológicos avanzados.

He aquí una muestra de la competencia inminente: En el año 2010, China alcanzó a Estados Unidos en la cifra de lanzamientos al espacio (15), siendo la primera vez que algún país ha igualado a Estados Unidos según el blog «Danger Room» de la revista Wired. En el ínterin, según Aviation Week, el tranquilo Japón se prepara para dotar a su caza de próxima generación de un arma de microondas.

La realidad de que el enfrentamiento bélico está cambiando ha pillado al Pentágono en plena fase de desarrollo. La marina y las Fuerzas Aéreas sobre todo desarrollan exóticos sistemas de armamento que se valen de cada truco científico. He aquí unos cuantos ejemplos sacados de publicaciones especializadas.

Las Fuerzas Aéreas, por ejemplo, disponen de un «Consejo de Microondas». Si le parece que «las pistolas de rayos» son sólo cosa del explorador espacial Buck Rogers, considere este giro de una de las publicaciones del consejo relativo a utilizar rayos gamma, rayos láser, microondas y el resto de franjas del espectro electromagnético: «Comprimir y focalizar estas vibraciones puede dar lugar a un amplio abanico de conceptos de energía dirigida capaz de desarrollarse en un arsenal armamentístico muy eficaz».

La marina tiene un proyecto «Ilustración de Láser Marítimo» que aspira a construir un láser montado sobre un barco antes de 2014. Su primera prueba en travesía se detuvo en seco en noviembre a causa de una avería, pero volverá. También las Fuerzas Aéreas, cuya prueba de un láser químico aerotransportado de elevada frecuencia fracasó en octubre.

Y ya que hablamos de pruebas de sistemas siniestros salidos de la imaginación, qué le parece un concurso de adjudicación de licencias convocado por las Fuerzas Aéreas el mes pasado para bombardear equipo informático con radiación electromagnética de elevada frecuencia, para ver en qué momento deja de funcionar. El objetivo, dice Spencer Ackerman en Wired, es «aprender a freír la circuitería del enemigo al tiempo que se protege la propia».

Lo que me preocupa es que al mismo tiempo incluso que el ejército mira adelante, la cúpula militar sigue aspirando a construir los sistemas antiguos -piense en las formaciones encabezadas por portaviones-, que dentro de poco van a ser vulnerables al nuevo armamento. Es como si el Pentágono estuviera tratando de administrar el viejo IBM de infraestructura grande propensa a fallos mientras trata de ser un innovador de corte Apple. No nos podemos permitir ser las dos cosas.

El dilema a reflexionar de 2011 en adelante es cómo puede conservar Estados Unidos el beneficio de la «hegemonía heredada» derivado de la flota y las bases convencionales en todo el mundo al tiempo que se transforma en favor de las nuevas exigencias de la hegemonía militar. No queremos ser el equivalente nacional a una empresa ferroviaria en los albores del transporte aéreo, ni una emisora que trata de proteger su vieja programación en la era de la televisión.

Vuelvo a Shen, el analista chino. Dice estar agradecido de que Estados Unidos esté dispuesto a dedicar tantos miles de millones de dólares a proteger las vías marítimas de las que depende China para su actividad comercial global. Pero en lugar de competir para construir barcos y tanques, dice, China va a centrarse en el armamento capaz de destruirlos. De alguna forma tenemos que dejar de ser los idiotas de la defensa.

No podemos dejar «de librar la guerra más reciente» estando en mitad de ella. Pero es hora de pensar más en la vulnerabilidad de los sistemas existentes, y si hay o no formas de recortar acusadamente los presupuestos «herencia» del Pentágono, a la vez que gastamos más en los nuevos tiempos.

David Ignatius

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