jueves, abril 25, 2024
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La luz y los portavoces

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Un Gobierno con quince portavoces, como se decía con aire satisfecho tras la última remodelación, resulta un fracaso parecido a encargar a la ministra de Cultura la política económica y al ministro de Trabajo el plan de autopistas. Si estaba para eso el vicepresidente Pérez Rubalcaba, no se entiende el empeño en poner a hablar a todos los demás, que ni están preparados para ello ni las delicadas circunstancias lo aconsejan.

Ante la subida de las tarifas eléctricas, al vicepresidente Chaves no se le ocurre otra cosa que asegurar que es muy conveniente pagar en el recibo de la luz, ahora, desde hace ya tiempo y en el futuro, las subvenciones a una energía (encuadrada en el rótulo de “renovables”) que, además de su carestía, no asegurará un rendimiento razonable en decenios. Dice Chaves que todo lo que pasa es culpa del PP y que lo que pasará dentro de veinte años es gracias a la responsabilidad del PSOE. El aumento del coste de la luz se encuadra en un marco en el que la política económica ha propiciado ajustes graves que afectan a familias y a empresas y que se “argumente” de esta manera es un mal chiste. Más le valdría al presidente Rodríguez Zapatero, si no encuentra alternativas a sus políticas, que prescinda de Chaves como portavoz.

El ministro de Industria es directamente responsable de la materia pero, después de haberse escondido en el anuncio de la medida, aparece como portavoz con la broma de que el incremento es “como un café” para las familias. No está la cosa para cachondeos en unos precios que afectan a las limitadas economías familiares y a los costes de producción de muchas empresas y el ministro Sebastián, que es persona inteligente, debería cuidar el modo en que se expresa, que revela más su desconcierto que la seriedad en la defensa de una política. Si se siente tan desubicado como parece es recomendable, a costa de la maravilla de los quince portavoces, una cierta contención.

Es evidente que los consumidores han de pagar lo que las cosas y servicios que contratan cuestan realmente. El Gobierno no ha querido que así sea de una doble manera. En primer lugar, con el déficit tarifario que se agranda cada trimestre y, en segundo término, con las subvenciones a las energías alternativas y los impuestos que se incluyen en el recibo de la luz. Si se renunciase a ambos criterios seguramente se pagaría más a las compañías que generan y transportan la electricidad y menos en el recibo. Por qué no se hace, y de paso las diferencias que padecemos con otros países europeos, es lo que –mejor con un portavoz no descompuesto- se debería explicar ahora.

Germán Yanke

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