viernes, abril 19, 2024
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Los nuevos bríos de la política exterior

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Para un mundo que teme (y en algunos casos, se congratula ante) las perspectivas de decadencia estadounidense, esta temporada estacional ha sido tónica. Se demostró que a pesar de las dificultades políticas y económicas estadounidenses, el Presidente Obama todavía es capaz de acaparar apoyos a una política exterior firme dentro y fuera del país.

Los éxitos legislativos de Obama producidos la semana de Navidades ponen el colofón a un periodo de dos meses en los que su equipo de política exterior consolidó alianzas clave, desde Asia Oriental a la OTAN. Tras el rapapolvo a Obama en los comicios de noviembre, los líderes mundiales hablaban a plena luz de la erosión de la influencia estadounidense, y de Obama como presidente débil y distraído por otras cuestiones. Esas inquietudes no se han disipado, pero han sido aplacadas por sus éxitos recientes.

Los desafíos de la política exterior los dos últimos meses también fueron la primera prueba de fuego del nuevo asesor de seguridad nacional, Tom Donilon. Fiel a su reputación de «fontanero» político, fue discreto hasta el punto de la práctica invisibilidad — y le hará falta proyectar una imagen pública más firme para tener éxito en ese cargo. Pero administró un proceso político tranquilo y sin fisuras, sin las voces rivales que durante los dos últimos años se han escuchado puntualmente.

La ventaja de Donilon, al parecer, reside en ser quien corta el bacalao en el Consejo de Seguridad Nacional. Su antecesor, el General Jim Jones, también trató de dirigir un proceso ordenado, pero tenía que andar cubriéndose las espaldas por Rahm Emanuel, el otrora jefe de gabinete en la Casa Blanca que interpretaba una especie de papel de premier ministerial. Emanuel se valía a menudo de Donilon (representante en funciones de Jones) como agente de campo en política exterior, lo que confundía las jerarquías de responsabilidad.

«Lo que hay ahora es una cadena de mando única para la política exterior estrictamente estructurada», dice un alto funcionario de la Casa Blanca al ser preguntado por la diferencia que suponen las marchas de Emanuel y Jones.

Lo reseñable de las recientes maniobras en política exterior es que han permitido a Obama mostrar cierta firmeza, un rasgo que los europeos en particular temían que brillara por su ausencia. Esta firmeza ha sido particularmente evidente en los planes para eventualidades en Corea del Norte.

La Casa Blanca cita ocho avances concretos en política exterior durante los dos últimos meses. La lista empieza con la visita del presidente a La India en noviembre, aún afectado por la derrota de los Demócratas en las legislativas. Eso proyectó un aura de fracaso sobre la visita, pero en perspectiva parece algo más positivo: En Nueva Delhi, Obama logró fortalecer los lazos con La India sin molestar a Pakistán, una buena exhibición.

Luego vino Corea del Sur. Aunque Obama fue duramente criticado por no cerrar un acuerdo de libre comercio antes de su llegada, su rechazo a hacer concesiones de última hora a Seúl hizo parecer mucho mejor el acuerdo final alcanzado en diciembre, y logró el apoyo bipartidista. Es posiblemente el acuerdo de libre comercio más importante después del NAFTA.

Un tercer éxito fue la cumbre de Lisboa de finales de noviembre. Fue la coronación de la aportación diplomática del difunto Richard Holbrooke, que logró convencer a la OTAN de apoyar el calendario de transición en Afganistán con vistas a 2014. Esto reforzó a los aliados y ayudó a encajar la fecha de julio de 2011 de Obama para empezar el repliegue, el que tal vez sea su error más grave en política exterior — minando su incremento de efectivos al mismo tiempo incluso que lo anunciaba hace un año.

La revisión de la estrategia Af-Pak de diciembre, cuarto punto de la lista, acompaña el marco de Lisboa. El logro de Obama en esto consistió en evitar un campo de minas político. Un ayudante de la Casa Blanca había explicado que el objetivo del presidente era «ajustar el canal, no cambiarlo». Logró algún tiempo con una gentil declaración de estatus-quo que hablaba de progresos pero los llamaba «frágiles y reversibles».

A continuación se produjeron tres grandes acontecimientos dramáticos en diciembre: la formación de un gobierno iraquí; la derogación de la «don’t ask, don’t tell»; y la ratificación del tratado New START con Rusia. En cada uno de los casos, Obama triunfó trabajando de manera estrecha con sus asesores diplomáticos y militares, en especial el Almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor.

Finalmente, y el punto menos reseñado, la prueba de fuego con Corea del Norte. Al tiempo que no decía nada en público, la administración se movilizaba para la eventualidad de la guerra si Corea del Norte prolongaba sus provocaciones. Obama advirtió al Presidente chino Hu Jintao en una llamada telefónica hace tres semanas que dado que Corea del Norte es potencia nuclear, su ausencia de escrúpulos amenaza a Estados Unidos. La Casa Blanca cree que los chinos captaron el mensaje – y que advirtieron a Pyongyang.

Lamentablemente, el mayor desastre del presidente se dio en su cuestión insignia, la paz palestino israelí. Obama se vino abajo en parte a causa de su creciente debilidad política. Sospecho que un Obama más fuerte pero todavía quijotesco se subirá al burro el año que viene.

David Ignatius

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