Recobra su libertad el influyente político mexicano Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial del Partido Acción Nacional (PAN), ex senador y diputado, de 69 años, tras un secuestro de más de siete meses que ha pasado sin pena ni gloria para las autoridades políticas y judiciales de su país.
Con su larga barba blanca crecida durante su cautiverio, mostró cerca de su casa una conformidad sorprendente. Como hombre de fe, explicó, “por supuesto que perdoné; y como ciudadano creo que las autoridades tienen una tarea pendiente, pero sin abuso, sin atropello”.
Vana petición al Gobierno de un país cuya Fiscalía se desentendió del caso, según defendió sin tapujos el presidente Felipe Calderón, “porque la prioridad es la vida del licenciado”. Defendió a las claras el presidente que “se da simplemente un espacio para que la familia pueda realizar las acciones que considere pertinentes”. Que estén tranquilos los autoproclamados “misteriosos desaparecedores”, podía deducirse, que hagan su tarea los terroristas a los que no se vinculó con el narcotráfico si no a grupos guerrilleros. Según cuentan las crónicas, ni siquiera figuró el largo secuestro de un ex candidato presidencial en el informe anual del presidente Calderón, cuyo Gobierno anunció a la semana de producirse el suceso que, a petición de la familia, renunciaba a investigar el secuestro.
Con ser escandalosas, no fueron palabras triviales ni siquiera engañosas para envolver a los criminales mientras se planeara su persecución. No ha habido investigación oficial sobre los misteriosos secuestradores, quienes pasearon durante meses las fotografías de su rehén por Internet e hicieron enviarle una carta a su hijo para que actuara, “porque no podía aguantar más”, pero se estima que el rescate alcanzó los 30 millones de euros.
La víctima, el otrora poderoso “Jefe Diego”, quien se jactaba de no tener miedo a la muerte ni al asalto de delincuentes, atravesó otras penumbras en su dilatada trayectoria. Como cuando en 1994 la opinión pública le otorgaba una contundente ventaja sobre su oponente priista, Ernesto Zedillo, y al desaparecer de la campaña las urnas le dieron la victoria a Zedillo, lo que levantó la sospecha de que habría negociado, a cambio de dinero, el último triunfo presidencial del PRI.
No es de extrañar que, con estos mimbres, -la inhibición del Gobierno mexicano y la petición del afectado de un trato humanitario, sin atropellos, hacia sus secuestradores-, estos se hayan despachado con un pretencioso manifiesto literario, bajo el título: “Boletín-Epílogo de una desaparición”, en el que sentencian que el rehén es parte de la “oligarquía mexicana”. Todos, pues, en su sitio: Los secuestradores con su manifiesto y su botín, el secuestrado con su exhibición humanitaria para que el Estado “no atropelle” a sus captores, y el Gobierno, donde estaba. Descomposición de país. Hay espejos en los que uno no se debe mirar.
Chelo Aparicio