viernes, marzo 29, 2024
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Opiniones encontradas en torno al norte de Waziristán

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Un funcionario militar destacado en la embajada estadounidense aquí señala un mapa de Pakistán. «Este es el problema que deberíamos estar abordando», dice, dibujando un gran círculo alrededor del país entero. En lugar de eso, prosigue dibujando un pequeño círculo alrededor de la zona fronteriza conocida como Waziristán del Norte, «corremos el peligro de centrar nuestros esfuerzos en esto».

El funcionario militar dice temer que el debate en Washington acerca de Pakistán se esté «híper-concentrando» en la exigencia de que el ejército paquistaní ataque Waziristán del Norte para impedir que los insurgentes talibanes crucen hasta Afganistán – una petición que según él los paquistaníes son incapaces de satisfacer ya porque sus filas «ya no dan más de sí».

Casi las mismas palabras son utilizadas por un funcionario de la dirección del Servicio Inter-Agencias de Inteligencia, la agencia de espionaje de Pakistán, mientras me cuenta el motivo de que no se vaya a producir una nueva ofensiva a corto plazo, con independencia de lo que quiera Washington. El ejército paquistaní lleva empleándose a fondo en las zonas tribales casi dos años, dice, y «estamos cansados».

«Waziristán del Norte no supone para nosotros una amenaza tan grande», explicaba el martes el funcionario del espionaje paquistaní. «Si llegásemos a atacar ahora, ello elevaría la amenaza al resto del país. Las zonas tribales se levantarían y la situación sería insostenible».

Cuanto más presiona Washington pidiendo medidas enérgicas, más parece resistirse Islamabad. Y la explicación es simple. Los intereses los dos países difieren en este punto: América, con sus efectivos expuestos en Afganistán, quiere medidas ya. Pakistán, frente a la perspectiva de una campaña de terrorismo a nivel nacional, quiere concentrarse en su amenaza interna. Los políticos de cada país acusan al otro de ser hipócrita y de no ser de fiar, lo que sólo agrava la situación.

«Tenemos la desagradable tendencia a dar por sentado que nos preocupa lo que les preocupa a los paquistaníes», dice el funcionario militar estadounidense. Sostiene que el problema en Pakistán no es que tenga un programa secreto sino un «ejército manchado de sangre».

El funcionario del espionaje pakistaní plantea la delicada cuestión del orgullo nacional. «Al ser en apariencia mercenarios de América, el nivel de aceptación de nuestro ejército desciende».

La competencia por las regiones seguras ocupaba el centro de atención esta semana. La revisión más reciente de la guerra afgana por parte del Presidente Obama concluye que se han hecho «algunos progresos importantes» pero que existe «un desafío presente y la amenaza de las zonas seguras de Pakistán», según el portavoz de la Casa Blanca Robert Gibbs.

Un nuevo par de evaluaciones de Inteligencia nacional ofrecen una opinión más pesimista, argumentando que la guerra tiene «una probabilidad de éxito limitada a menos que Pakistán capture a los insurgentes que operan desde las zonas seguras de su frontera afgana», informa The New York Times.

A pesar de la creciente Pakistanofobia en Washington, altos funcionarios estadounidenses afirman que los paquistaníes avanzan en la dirección correcta, aunque de manera exasperantemente lenta. Uno destaca que los paquistaníes, a pesar de su perenne nerviosismo en torno a la India, tienen ya 140.000 efectivos en la zona fronteriza del noroeste, más que Estados Unidos en Pakistán. «Están desplegados en este momento todo lo lejos que pueden», dice.

El funcionario militar estadounidense, delante de su mapa, dice que Washington debe darse cuenta de que los paquistaníes «son incapaces de llevar a cabo operaciones importantes nuevas sin efectivos adicionales. Eso no es una crítica, es una realidad». Este funcionario observa que el ejército paquistaní ha sufrido de 1.500 a 2.000 bajas combatiendo a los extremistas y de tres a cuatro veces más heridos, situando las bajas civiles en las decenas de miles. Si América sufriera este nivel de bajas, dice, «probablemente lo llamaríamos segunda Guerra Civil americana».

La inquietud por los refugios está más presente en Washington en estos tiempos que entre los mandos militares estadounidenses destacados en Afganistán. El General de División John Campbell, que encabeza las fuerzas de la OTAN al este de Afganistán, decía el miércoles en la base aérea de Bagram que clausurar la frontera «puede no importar» tanto como muchos temen porque las fuerzas de la coalición están «empujando» hacia Pakistán. «Incluso si los paquistaníes llevaran a cabo una operación de calado, nunca llegarían a clausurar esto», advertía.

Estados Unidos mantiene un enfrentamiento lo bastante duro en Afganistán tal como están las cosas. Una forma segura de agravarlo sería escalar las discrepancias con Pakistán hasta el nivel de crisis o, por pura frustración, meter efectivos estadounidenses en las zonas tribales. Mejor en este caso es ser pacientes, y utilizar los vehículos Predator no tripulados y el resto de bazas de la Inteligencia para atacar los refugios de los insurgentes. Si los funcionarios de Washington no se andan con cuidado, su indignación a tenor de Afganistán les acabará saliendo por la culata.

David Ignatius

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