jueves, abril 18, 2024
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Paul Ryan, ¿guerrilero o conciliador?

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Durante una aparición conjunta en el American Enterprise Institute celebrada la pasada semana con el congresista Paul Ryan, R-Wis., el conservador columnista del New York Times David Brooks le llamó «el legislador de la Cámara más formidable intelectualmente».

«Eso», dijo Ryan interrumpiendo, «no es decir gran cosa».

Ryan estaba siendo modesto. En calidad de secretario entrante del Comité Presupuestario de la Cámara – y fontanero de los Republicanos en cualquier cuestión fiscal — su intelecto podría decidir si durante los dos próximos años Washington forja por fin una solución a su disfunción, o si la parálisis administrativa nos conduce al extremo en el que una crisis de la deuda de corte europeo es inevitable.

Para el legislador oriundo de Wisconsin de 40 años de edad que pasó la última docena siendo legislador del gallinero y luego en la oposición, es una enorme responsabilidad. A veces, parece a la altura de la tarea. «Compromiso no es un taco», decía a la prensa durante un almuerzo organizado por el Christian Science Monitor la pasada semana. «A mi modo de ver las cosas, si puede avanzar una pulgada en la dirección correcta, avance la pulgada incluso si no puede avanzar más allá». Reconocía que «este parche a nuestra deuda, cuando se coloque, tendrá que ser bipartidista, bajo las circunstancias que sean».

Pero el joven legislador también acusa el tirón del movimiento fiscal, y de los colegas más dados a colgar sambenitos a la Casa Blanca y los Demócratas que a llegar a una solución. En el mismo desayuno, Ryan afirmaba, «Es un momento en el que creo que en lugar de enterrar las diferencias, filosóficamente hablando, entre las dos formaciones, tenemos que acentuarlas… para dar al país una clara elección real» en 2012. Acusaba a Obama y a los Demócratas de «aspirar a una socialdemocracia, un estado del bienestar de corte europeo desde el nacimiento hasta la muerte» y de situar a Estados Unidos «en la vía a la servidumbre al gobierno».

Por desgracia, en su primera alocución como líder, prevalecieron los instintos guerrilleros de Ryan. Se unió a otros dos legisladores Republicanos presentes en la comisión fiscal y votó en contra del plan bipartidista Bowles-Simpson destinado a evitar una crisis de la deuda.

Eso a pesar de la admisión por su parte de que hay «puntos legislativos verdaderamente buenos» contenidos en la propuesta. También me confesaba que no es probable que él vaya a llegar a un acuerdo mejor que el Bowles-Simpson durante los dos próximos años. Desde luego no va a encontrar mejor punto de partida para la negociación.

Pero Ryan apuntaba que prefiere buscar camorra a trabajar en una solución. Su voto le sitúa en la posición extraordinaria de ser más purista que el Senador Tom Coburn, R-Okla., que por lo general es el Doctor No del Senado en cuestiones fiscales. «No podemos esperar a las próximas elecciones», imploraba Coburn. «No podemos esperar a obtener más de lo que queremos».

De manera que Ryan ha tenido un principio decepcionante, pero todavía tengo esperanzas de que prevalezcan sus mejores impulsos. Es una de las figuras más amables de la Cámara; antiguo becario legislativo de aspecto espigado con ojos tristes y orejas de soplillo, se presenta a todo el mundo como «Paul» simplemente. Ha esquivado casi todos los motes que tanto deleitan a sus colegas. Es un personaje valiente — ha soportado considerables críticas a su plan de privatizar Medicare – y parece genuinamente alarmado por el balance de la nación. «No podemos cortar los flecos de este problema, tenemos que cambiar de curso realmente, y no darnos el lujo de esperar a pasado mañana para tomar esta decisión», decía durante el acto en el AEI.

Tampoco podemos darnos el lujo de esperar a las próximas elecciones. Si Ryan sigue resistiéndose para alcanzar la perfección inalcanzable, estará descartando las posibilidades de alcanzar un compromiso perfectamente bueno.

Brooks, en su comparecencia con el congresista, decía temer que Ryan «desperdicie este momento» de progreso en la deuda. Al presentar el debate como una elección entre las políticas de Ryan y la servidumbre al estado, decía Brooks, «hace imposible el compromiso».

Ryan se mantenía fiel a su opinión de que «debemos una elección al país». Entonces, antes de que Brooks iniciara su intervención otra vez, Ryan se ausentaba para votar en la Cámara.

Mal asunto, dado que el nuevo secretario haría bien en reflexionar sobre lo que se dijo. «Mi problema con el Partido Republicano a estas alturas», decía Brooks, «es que si se les ofrecen 80 cosas de las 100 que piden, dicen no. Si se les ofrecen 90, dirán que no. Si se les ofrecen 99, dicen que no».

Afortunadamente no es demasiado tarde para que Ryan redescubra su fuero interno sensato.

Dana Milbank

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